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MANEL FUENTES

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Agosto se va con la promesa de volver, aunque año tras año sabemos que, a medida que se va haciendo mayor, el mes ocho ya no es lo que era. Hoy casi no nos deja tiempo para aburrirnos, y lo que antes eran vacaciones de 30 días ahora casi todos las contamos por semanas. La actualidad tampoco ayuda a darnos un respiro, ya que entre las elecciones catalanas con varias listas únicas, la nula coordinación de la política europea con los refugiados, los manteros y los mossos y los chinos y sus trucos financieros, el estrés ha sido la norma.

Pero ha habido cosas buenas. Todo el mundo se sabe las suyas, pero el cambio de ritmo, la mirada pausada o la conversación sin prisas abren puertas de felicidad que normalmente ignoramos. Así que hoy, antes de entrar de lleno en los debates que el otoño nos depara, me gustaría compartir con ustedes el mapa de algunos de los tesoros de este agosto.

La buena mesa

Sigo pensando que las mejores conversaciones se producen alrededor de una buena mesa que estimule la puesta en común, y debo reconocer que tras el terremoto Bulli, con epicentro en la cala Montjoi, ha habido otros movimientos sísmicos en la zona dignos de mención. Aparte del Miramar de Llançà, con Paco Pérez, que este año se ha superado en su reinterpretación del huerto, el mar y el bosque, hace unos años tres de los motores de El Bulli -Oriol Castro, Eduard Xatruch y Mateu Casañas- abrieron en Cadaqués el Compartir, donde desde una pequeña cocina empezaron una andadura en solitario superexitosa que desde hace menos de un año ya tiene un anclaje en Barcelona. Su Disfrutar es hoy uno de los mejores restaurantes de la ciudad, lleno de creatividad, buen servicio y mejor producto.

Y de nuevo a Cadaqués, para hablarles de un buen augurio que se confirma: el Talla de Vito Oliva. Tras su paso por Lursa vio que había un hueco para él en ese pequeño pueblo de pescadores, como diría mi amigo Gianni, y desde una cocina diminuta hoy su Talla ha cogido gran nivel. Culinario y de servicio de sala. Su gazpacho o su ceviche de gamba son para llorar. Y sus tortillas y su cochinillo. Con Denis Dom-ken y Fran Lorenzo como escuderos en el servicio, hoy su proyecto ya es una realidad y no será extraño verle en alguna aventura de más envergadura en Barcelona. En un momento donde nada es fácil, emociona ver como estos tipos jóvenes se entregan sin reloj a su proyecto y como a su alrededor surgen auténticos clientes entusiastas que se convierten en prescriptores. Y es que una cenita cerca del mar con amigos y buena conversación tal vez sea lo más parecido a una cierta idea de felicidad. Aunque se vaya agosto, si quieren seguir estando a gusto visítenlos.