Guillermo Tell vive en el Tirol y habla italiano

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ROSA MASSAGUÉ

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El Festival del Tirol, en la pequeña localidad de Erl, tiene un capital extraordinario en la enorme sabiduría musical de su creador, Gustav Kuhn, pero este mismo capital se torna en un déficit cuando el director se convierte en el factótum y además de firmar la dirección musical firma también la escénica y la iluminación. La representación en esta edición de 'Guglielmo Tell', de Gioacchino Rossini, confirma esta regla como ya hubo ocasión de comprobar hace dos años con motivo de un 'Anillo del nibelungo'de Richard Wagner.

'Guglielmo Tell' tiene una obertura famosísima interpretada frecuentemente en concierto. Sin embargo la ópera no es de las más representas de Rossini en los escenarios --su duración sin cortes es de casi seis horas--, y menos todavía en la versión italiana estrenada en Lucca en 1831, en la misma ciudad toscana donde Kuhn tiene su centro de formación y perfeccionamiento, la Accademia di Montegral, de la que proceden los músicos y cantantes del festival. Y esta versión es la que resuena ahora en las montañas del Tirol.

Esta ópera, la última que compuso Rossini, tuvo su estreno absoluto en París en 1829 en su versión francesa, dando lugar al nacimiento de lo que desde el punto de vista musical y de estructura de la obra sería después la 'grand òpera', mientras que temáticamente abre el camino al desarrollo del romanticismo operístico.

Basada en el drama homónimo de Friedrich Schiller, en ella están todos los elementos que conforman este movimiento como son la naturaleza en estado puro con el lago, los bosques y la montaña; la rebeldía del protagonista y del pueblo que le sigue en su enfrentamiento con el poder de los Haubsburgo, rebeldía que llevará a la independencia de Suiza, o el dilema que plantea un amor imposible.  

La obertura resume el 'programa', si así puede decirse de la obra. Hay un inicio bucólico y pastoral con un solo de violonchelos, sigue una tormenta, aparecen unas vacas y acaba con un 'galop'.' Resume todo lo que ocurrirá en los cuatro actos siguientes que culminan en el canto final de acción de gracias del pueblo por la libertad conquistada siendo al mismo tiempo una alabanza a la naturaleza en todo su esplendor. Entre uno y otro momento, hay un desfile de arias y de coros como solo el compositor sabía escribir solo que ya están muy lejos de las composiciones que forman su larguísimo catálogo de óperas que le habían dado la fama y la fortuna.

La versión de 'Tell' presentada en Erl dura unas tres horas. Kuhn consigue sacar oro de la orquesta formada por músicos muy jóvenes. Y esto es sin duda lo mejor de Erl. La soprano rusa Anna Princeva, con un amplio repertorio belcantista en su haber, es una habitual del festival tirolés. Su interpretación de Mathilde, una princesa de la casa de Habsburgo enamorada de un rebelde, es lo mejor de este 'Guglielmo Tell'. Su voz bien colocada y hermosa así como su canto elegante transmitía toda la tensión y angustia de un personaje que sabe que se está moviendo en el lado equivocado por su cuna.

El Guglielmo Tell interpretado por el barítono verdiano Giulio Boschetti tiene el poderío vocal que el papel reclama, pero un carácter leñoso, muy rígido, se apoderan de su interpretación tanto la vocal como gestual. El tenor Iurie Ciobanu, con un físico que recuerda a Roberto Alagna y una voz muy parecida a la de Juan Diego Flórez fue un muy buen Arnold. La soprano Bianca Tognocchi en el papal de Gemmy, el hijo de héroe, y la mezzo Anna Lucia Nardi como la esposa Hedwig, merecen también ser destacadas. El resto del reparto se movió en la corrección.

Si musicalmente este 'Guglielmo Tell' fue muy notable, escénicamente merece un suspenso hasta el punto que Kuhn, que en Erl es adorado y reverenciado por un público fiel, fue abucheado por parte de ese mismo público. Unos árboles móviles con un tronco muy ancho que se iban estilizando hasta adoptar las formas de mujer constituían un escenografía de pesadilla. Su movimiento indicaba los cambios de escena pero en muchas ocasiones era incomprensible su desplazamiento por el escenario.

La solución del disparo de la flecha a la manzana sobre la cabeza del hijo del héroe era fea y previsible. Pero donde abundaba la fealdad era en el vestuario que firma Lenka Radecky, uniforme, de color marrón. Como en la 'grand òpera', en la producción de Kuhn hay ballet, pero resulta excesivo y cansino.

Quizá consciente de la necesidad de dar un nuevo impulso a la dirección escénica, el festival presenta este año una producción de 'La flauta mágica', de Mozart, elaborada por estudiantes del centro que dirige Kuhn en Lucca que firman con el nombre Furore di Montregal. El resultado, pese a la evidente escasez de medios, supera las expectativas con el escenario convertido en un jardín.

Vocalmente la soprano georgiana Sophie Gordeladze como Pamina, sorprendió con una voz bellísima. La coreana Heera Bae, como Reina de la Noche, tuvo una actuación de primer colocando impecablemente todas las agilidades en su sitio. Johannes Chum era Tamino, mientras que Papageno era James Roser y Giovanni Bastista Parodi intepretaba a Sarastro. Dirigía la orquesta el joven maestro italiano Tito Ceccherini.

'Guglielmo Tell', vista el 22 de julio. 'La flauta mágica', el 23.