La clave

Guardiola y la tanda de penaltis

JUANCHO DUMALL

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De la suprema importancia que en el deporte de élite tiene el trabajo  psicológico habla el capítulo del libro Herr Pep, de Martí Perarnau, que EL PERIÓDICO avanzaba el sábado. El autor, que ha hecho un profundo seguimiento del primer año de Pep Guardiola en el banquillo del Bayern de Múnich, cuenta en ese apartado la charla que el entrenador catalán dio a sus jugadores antes de la tanda de penaltis de la final de la Supercopa de Europa disputada en Praga entre su equipo y el Chelsea de José Mourinho el 30 de agosto del 2013. Lo primero que hizo Pep fue confesar a sus jugadores que él no había tirado un penalti en su vida, pero que había aprendido algo muy importante de su ayudante y amigo Manel Estiarte, gran lanzador de penaltis en el waterpolo.

La idea es tomar de inmediato la decisión de por dónde vas a lanzar, no cambiarla, y tener el convencimiento de que el tiro va a entrar. Lo demás es secundario. Lo es hasta el punto de que él no decidió ni quiénes serían los cinco lanzadores ni el orden en el que dispararían.  Al final, marcaron todos jugadores del equipo alemán y falló uno del inglés. 5-4. El Bayern, campeón.

La escena, muy cinematográfica -un entrenador trajeado hablando con calma a sus muchachos en un momento crítico-, muestra la cara del fútbol que el espectador no ve y explica cómo puede aplicarse al fútbol la inteligencia emocional.

Determinación y fe

Podrá decirse que la historia hubiera sido diferente si KrossLahm o Ribéry hubieran fallado los tiros, pero lo importante es que Guardiola supo en esos minutos de angustia reforzar la confianza de sus jugadores, nerviosos y extenuados tras la prórroga, con dos ideas fuerza: determinación y fe. Nada de dudas.

Cuando Pep entrenaba al Barça dejó ya muestras de su capacidad de comunicador, y no solo en el vestuario. En el discurso que pronunció en el Parlament de Catalunya al recibir la Medalla d'Honor de la institución -aquel del «si ens aixequem ben d'hora...»- ya dijo que el momento mágico de su profesión llega cuando un detalle antes de un partido le hace pensar: «Mañana ganaremos». No es mala filosofía en tiempos de incertidumbres.