Los accidentes de Guardiola

Pep Guardiola, en un partido del City.

Pep Guardiola, en un partido del City. / periodico

ALBERT GUASCH

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"Creo que en general no jugamos mal", explicó Pep Guardiola tras la derrota en el Camp Nou. No es fácil decir estas cosas cuando se ha perdido 4-0. Y es probable que abunden quienes consideren que de nada sirve esta justificación táctico-estética cuando has sido goleado. Por mucha prédica por el espectáculo que haya de personalidades reputadas, en el fútbol sigue resistiendo el muro resultadista. No tanto en el sentido mourinhista de que el 1-0 de penalti ya vale, sino en las interpretaciones pospartido que se hacen. A menudo aún cuesta analizar un partido sin el luminoso del marcador cegando la mirada.

A otro nivel está todo lo que propone Guardiola, examinado siempre con un test diferente, a medida de su prestigio incuestionable y un carisma que polariza. Exigente y meticuloso como es, el técnico catalán revisará a fondo un partido que se le fue de las manos de forma estrepitosa. Cierto que el Manchester City es todavía un equipo en fase formativa. Y que Claudio Bravo está siendo escaldado en la hoguera de los tabloides. Y que enfrente estaba Leo Messi, que es un extraterrestre, como saben hasta en Madeira. 

Pero más allá de estos detalles circunstanciales, se puede hablar de impresiones, puede que científicamente rebatibles. A uno le queda la sensación, por ejemplo, de que los errores individuales en los equipos de Guardiola penalizan de una manera que a veces suele ser más definitiva. Se habla aquí de duelos de alta exigencia en Europa. Pareció pasarle eso dirigiendo el Bayern, tanto ante el Barça como ante el Atlético de Madrid. La eliminatoria con el Real Madrid, como ha reiterado él, ya fue otra cosa.

Concentración ininterrumpida

Como patrón, sus jugadores empiezan poniendo contra las cuerdas a sus oponentes. En ocasiones se pudo hablar de baño. Presionan con intensidad arriba, llegan a puerta con facilidad (otra cosa es la precisión), cortan las alas durante muchísimos minutos al rival. Pero acaba pasando algo en ese juego de accidentes y errores que es el fútbol que desmonta el monumental trabajo anterior. 

Nunca hubo baño frente al Barça el miércoles, ni mucho menos, pero el tridente estuvo bastante desconectado durante el primer tiempo, prueba de un éxito de la pizarra. No, no jugó mal el City, como se aventuró a decir Pep algo compungido. Hasta que llegó el resbalón letal de Fernandinho. Y la pifia de Bravo. Y el pase hacia la nada de Gundongan. Tres accidentes definitorios. Otras veces fueron una contra inesperada. O una mala colocación.

¿Precisan, pues, los sistemas de Guardiola de futbolistas de una calidad tan elevada y una concentración tan ininterrumpida para funcionar en todo su esplendor? ¿O es una interpretación excesiva de los caprichosos errores? En cualquier caso, siempre resulta fascinante poner la lupa en lo que el técnico plantea, funcione o no.