Peccata minuta

¡Guapa!

JOAN OLLÉ

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La frase de la semana: «No hablo con la prensa catalana, pero contigo hago una excepción porque eres guapa», que, de inmediato,  me trasladó a aquella obra maestra de lógica literaria: «Era de noche, y, sin embargo, llovía». Ha llovido mucho desde que Luís Filipe Madeira Caeiro, alias Figo Iscariote, clausuró el siglo XX con el Barça de Van Gaal para inaugurar el XXI rendido a la galàctica blancura de Florentino. !Traidor! Si algún enemigo imprescindible tiene el actual Barça no es el Real ni el Atlético, que solo son madrileños, sino Portugal entero: la espalda y culo de la 'espriuana' piel de toro. El tridente luso, el rayo que no cesa de golear al imaginario culé tiene, como Dios, tres nombres: Mourinho, Cristiano y, ahora, Figo.

¿Es pecado capital adjetivar como ' a la -a mi masculino parecer- bella y eficaz periodista deportiva Núria Casas? ¿Qué hubiese ocurrido mediáticamente si Luis, por la irremediable condición femenina, catalana y culé de Núria, la hubiese tildado de 'antipática' o 'fea'? Hojeo -u ojeo- varios diccionarios español-portugués,  en los que descubro que los equivalentes de guapa, en la lengua de Pessoa, serían 'bela', 'bonita', 'boa aparencia', 'adorável'... ¿Quién pude sentirse insultada barra insultado por tan gentiles palabras si, además, son pronuciadas desde un deje oceánico y tranquilo, como si Toquinho, persiguiendo belleza, las acompañase a la guitarra?

EL ASEXUADO NUEVO ORDEN

Puedo entender -soy humano y nada imbécil me es ajeno- que el 'figuiano', y para algunos y algunas provocador cóctel molotov madrileño-ibérico-machista, haya hecho saltar las alarmas del asexuado nuevo orden, donde toda heterodoxia sensual puede constituir delito. Y, en consecuencia y muy a mi pesar, para no ser sospechoso de colaborar con el enemigo barra enemiga, de ahora en adelante prescindiré de los hechizos del mercado de la Boquería y otros, para así evitar que las estupendas vendedoras de carne, pescado o frutas, desde sus bordados delantales y labios recién pintados, me agredan sexualmente con sus maléficos cantos de sirena: «!'Nen, sardineta, que encara belluga'!», o «¡'Rei meu' -monárquico acoso-, 'mira quines cireretes que tinc per penjar-te a les orelles'!». O la guapa, -¡sí, guapa, guapísima!- joven camarera que, con su mano amiga descuidada en mi hombro, me pide: «¿Qué vas a tomar, cariño?». Y, ante tanta musicalidad que remite a la vida, opto por ser un 'terrone' napolitano antes que un luxemburgués en estado de coma.

Y decido, también, no denunciar a los Mossos ni Mosses, por violencia de género, a las gritonas ', a las muy cordiales camareras ni al mismísimo Figo. De agredir a agradar solamente hay un par de vocales en juego.