Dos miradas

El grito

EMMA RIVEROLA

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Una de las cuatro versiones deEl grito,el cuadro queEdvard Munchpintó -o gritó-, se ha subastado esta semana y el precio de su venta, 91,2 millones de euros, lo ha convertido en el cuadro más caro de la historia. La obra del pintor noruego es una de las pinturas más universales y populares. No en vano el motivo del lienzo se ha reproducido, imitado y caricaturizado hasta la saciedad. Incluso su protagonista ha servido de inspiración para numerosas películas de terror. Imposible mirar el cuadro y no sentirse sobrecogido por ese personaje al que el pintor arrebató de cualquier característica que no fuera su propia angustia. Ni siquiera advertimos sus rasgos físicos ni su sexo. Como si el artista hubiera querido desnudar la esencia del sufrimiento, la desazón y la incomprensión de la condición humana.

Munchconvirtió la ciudad de Oslo en el escenario de una pesadilla, y a la persona que sufre, en una máscara. Quizá lo peor del cuadro no son solo esos trazos violentos, perturbadores, en los que se refleja la impotencia de una persona ante un mundo que estalla y gira a su alrededor sin que pueda detenerlo; el miedo a ser engullido por un presente feroz que no se comprende y por un futuro que se imagina peor; la desesperación ante la pérdida…

Lo más aterrador, la tragedia más cruel de tanta angustia, es la terrible, dolorosa e indigna soledad de ese grito mudo.