Grecia, en la mazmorra del euro

ENRIC HERNÀNDEZ

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La insolencia griega no quedará sin castigo. El pasado enero, el electorado heleno votó contra cinco años de austeridad extrema y fracasada; depositó su confianza en una Syriza que apelaba al nacionalismo griego para plantar cara a la Europa de Angela Merkel. No contenta con este desafío, en el referéndum del pasado 5 de julio Grecia dijo 'oxi' (no) a la nueva embestida de la troika y 'nei' (sí) al amotinado Alexis Tsipras. Hasta ahí llegó la declaración de soberanía griega. Desde que acabó el recuento, la jerarquía europea se ha dedicado en exclusiva a ajustar cuentas con Grecia.

Tsipras entregó primero la cabeza de Yanis Varoufakis, el ministro de Finanzas que había logrado sacar de sus casillas al Eurogrupo y en especial a su homólogo alemán, Wolfgang Schäuble. Después tramitó en tiempo y forma la petición de un tercer rescate, del que tanto había abominado. Y por último presentó en Bruselas y aprobó en Atenas un plan de ajustes idéntico al que los griegos habían rechazado en las urnas, o aún más gravoso si cabe. Pero en los despachos comunitarios la capitulación griega no bastaba. Había sed de venganza.

Schäuble forzó al Eurogrupo a incluir en su propuesta a los líderes europeos, aunque fuera entre corchetes, la hipótesis del Grexit, la salida de Grecia de la moneda única. Nunca hasta el domingo un documento oficial de los guardianes del euro había contemplado el escenario del fin del propio euro, tal como lo conocemos. Los mercados toman buena nota: la divisa europea no es un proyecto irreversible, por mucho que el Banco Central Europeo defienda con uñas y dientes a las economías de la Eurozona.

El resultado de 17 horas de cumbre europea, la pasada madrugada, ha sido un mensaje inequívoco a los griegos: o salís 'motu propio' del euro, o seguís en nuestro club, pero recluidos en la mazmorra. El 'rincón de pensar' al que Europa envía a Grecia pasa por su plena sumisión a la troika, incluida la confiscación de 50.000 millones de euros en activos cuya privatización gestionarán los acreedores; mayores subidas de impuestos y bajadas de pensiones a legislar en apenas 48 horas; y, a resultas de todo ello, la probable ruptura de Syriza, con la amenaza de la constitución de un gobierno de concentración nacional sin Tsipras o una inminente convocatoria de elecciones anticipadas. 

Merkel ha querido dejar claro que Bruselas no paga a traidores. Los posibles émulos de Syriza ya saben a qué atenerse.