Dos miradas

Grandilocuencia

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Algunas de las intervenciones en torno a la declaración que inicia el proceso de independencia de Catalunya son muy curiosas, por no decir cínicas o ignorantes. En todo caso, los contrarios al 'procés' han disparado buena parte de la artillería retórica, y esto conlleva el grave peligro de la grandilocuencia, prima hermana del ridículo, que es uno de los pecados más graves que se pueden cometer en política.

Podría citar a Albiol y al fácil ejemplo del muro de Berlín, porque resulta que cayó no por las leyes de Honecker sino porque el pueblo lo hizo caer. O podría pensar que el inicio del discurso de Pedro Sánchez tiene un sospechoso aire oriental, de plaza de Oriente: «En esta hora decisiva para el ser y el futuro de España ...». Pero me centraré en Inés Arrimadas, que alabó la Constitución de Cádiz e hizo bandera e ella, que es lo que reza el guión de Ciudadanos. No debe haber leído ni el primer artículo de un texto que apenas entró en vigor: «La nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios». Al cabo de poco, los españoles del hemisferio sur decidieron que ya no eran 'nación española'. La historia da muchas vueltas.

Arrimadas añadió que «la declaración es un menosprecio a la sangre, el sudor y las lágrimas derramadas por los catalanes en defensa de la democracia». Si resulta que no eres Churchill, el exceso verbal suele terminar en ridículo. Y la ignorancia. Y el desprecio sistemático a la historia.