NÓMADAS Y VIAJANTES

Gran Hermano Obama

RAMÓN LOBO

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El tránsito de la Patriot Act de George Bush a la Freedom Act de Barack Obama representa un gran paso… semántico. Está por ver si es también uno político. La primera ley, elaborada y aprobada bajo el impacto del 11-S, abrió la puerta para que las agencias de espionaje de EEUU, sobre todo la elusiva NSA (Agencia de Seguridad Nacional), pudieran realizar un espionaje masivo y sin control alguno sobre todas las comunicaciones telefónicas y en internet de los ciudadanos norteamericanos. El espionaje sobre el resto del planeta nunca ha estado en discusión.

La segunda ley, aprobada el martes, pone algunos límites a la primera, pero tampoco tantos. Mantiene intactas las normas para el espionaje exterior (pueden seguir escuchando a Angela Merkel) y algunos privilegios esenciales dentro de EEUU. Así lo denuncia John Cassidy en la revista The New Yorker. Entre estos privilegios destacan dos: una ley de 1986 que permite al Gobierno leer cualquier correo electrónico que tenga más de seis meses de antigüedad y el hecho de que no se modifique la sección 702 de la Foreign Intelligence Surveillance Act (FISA), una ley de 1978 que fue enmendada en el 2008, y que ha servido de justificación para extender la captura de datos a los correos electrónicos y los chats.

La Freedom Act (la Ley de la Libertad, ¡qué importantes son los nombres!) logró el apoyo de 67 senadores frente a 32 que siguen enrocados en el pensamiento de que todo lo que no sea barra libre para la NSA pone en peligro a EEUU. Se trata de la mayor reforma de los servicios de espionaje desde Jimmy Carter. Ahora serán las compañías telefónicas las depositarias de los metadatos y no la NSA, pero esta podrá acceder a ellos con el visto bueno de unos tribunales especiales. Según Cassidy estarán más cerca del secreto que de la transparencia. De momento, el Gran Hermano no ha sido desmontado.

La Casa Blanca insiste en dos aspectos para desarmar a los críticos: la nueva ley mejora el derecho a la intimidad de los estadounidenses y no pone en peligro la seguridad nacional; las agencias mantienen suficientes instrumentos legales para seguir haciendo su trabajo. La Unión de Libertades Civiles en América calificó de hito lo ocurrido, pero advirtió, como Cassidy, de que se mantienen en vigor leyes «intrusivas y excesivas».

El principio sagrado

En el periodismo anglosajón existe un principio sagrado: no creas nunca al poder. En las numerosas ocasiones que por razones patrióticas o de supuesta responsabilidad nacional se han saltado esa norma, el tiempo ha demostrado su error. La más reciente en Irak. En el asunto del espionaje deberíamos ser precavidos: hay más venta publicitaria que producto.

Un medidor del cambio, de cómo EEUU ha terminado por admitir que toda vigilancia masiva requiere un cierto control judicial que la justifique, es la situación legal de Edward Snowden, asilado en Moscú desde hace dos años. Su denuncia de este espionaje masivo contra los ciudadanos estadounidenses, que viola la propia Constitución de EEUU, es la que ha servido para el cambio legislativo. Ha arruinado su vida por defender unos valores colectivos.

Sin Snowden no habría Freedom Act. El meta-abuso seguiría intacto, sin control y en secreto. La única referencia en estos días de la Casa Blanca a la situación de este exanalista de la NSA ha sido para recordar que sus delitos son graves y que se mantiene la orden de captura. Le acusan de espionaje, de favorecer a potencias extranjeras y de poner en riesgo la vida de miles de estadounidenses. También se le acusa de violar una propiedad del Gobierno, eso sí, sin entrar en detalles de que esa propiedad se construye sobre el robo de la intimidad de millones de ciudadanos.

Snowden filtró sus documentos a dos medios de comunicación, a The Washington Post y al británico The Guardian, que sufrió el acoso policial y de los servicios secretos británicos. Los periodistas de ambos medios realizaron un filtrado profesional. Ningún dato publicado ha puesto en riesgo vidas, estructuras ni misiones. En cambio resulta noticioso y relevante que EEUU espíe a Merkel y a sus aliados, además de a empresas europeas como Airbus que son rivales de empresas estadounidenses. ¿Qué tiene que ver esto con Al Qaeda? ¿Forma el espionaje industrial y el robo de ideas parte esencial en la lucha contra el terror?

¿Otra mentira?

La gran falacia es que con tanto dato privado de millones de estadounidenses y extranjeros en el cerebro de la NSA, EEUU no se enteró - ¿o tal vez sí se enteró y todo forma parte de otra mentira?- de la aparición y crecimiento del Estado Islámico. El foco político sigue puesto en los efectos, pero no en las causas: ¿por qué nos odian? ¿por qué quieren atentar contra nosotros?