ARTÍCULOS DE OCASIÓN

La gran elusión

Trueba Dominical 686

Trueba Dominical 686 / periodico

DAVID TRUEBA

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Si algo ha caracterizado esta legislatura presidida por Rajoy ha sido el tremendo ajuste presupuestario que los españoles han sacado adelante. La presión fiscal ha aumentado, pero tan solo la bajada del precio del petróleo en el último año ha aliviado un poco los datos macroeconómicos. Para muchos empresarios la subida del IVA ha significado un argumento contundente para retirarse de la escena y esperar tiempos mejores. Cuando la proporción de los beneficios que acabas pagando en impuestos directos e indirectos sobrepasa un margen, se hace más complicado encontrar argumentos para el optimismo emprendedor y el capital se retrae, convencido de que no es buen momento para multiplicar el dinero, sino que es mejor guardarlo a buen recaudo hasta que el consumo se recupere. De ahí que las cifras del paro sigan sin experimentar una mejora sustancial. Lo cual ofrece una estampa de nuestro país demoledora. Los inversores en pequeño negocio aspiran a un beneficio y esa ansia abre el mercado laboral. Si esa ganancia se evapora en pagos al fisco, muchos esperan la llegada de un tiempo nuevo.

La capacidad desmedida de nuestros gobernantes para apretar la soga sobre el pequeño empresario contrasta con las ventajas fiscales que las grandes empresas obtienen de manera natural. Y no parece que haya mucho que alegar si el resultado es una proporción de puestos de trabajo grande. Sin embargo, han sido las empresas tecnológicas, verdaderas vencedoras del circo económico actual, las que han encontrado un escandaloso camino para beneficiarse de la globalidad a la que un pequeño empresario ni puede aspirar ni seguramente quiere. Sabemos que los sistemas para eludir las fiscalidades más exigentes han llevado a empresas como Google o Apple a presentar unos resultados de beneficio ridículos en sus sucursales españolas. A cambio, utilizan las matrices de Irlanda para pagar menos impuestos y fingir que es allí donde compran a alto precio lo que luego revenden en España sin apenas margen de beneficio. Apple declaró en nuestro país beneficios el año pasado por debajo de los 10 millones. Amazon no llegó a 50 y Google, agárrense, declaró beneficios de poco más de seis millones cuando su cuenta mundial asegura que el beneficio global fue de más de 12 mil millones.

Súmenle Twitter, Ebay, Facebook, Microsoft, Airbnb y cualquier otra empresa de intermediación digital y el resultado les ofrecerá un panorama desolador de su fiscalidad en España. Pasaban por aquí, parecen querer decir aunque su implantación en muchos casos es casi monopolística. La elusión de impuestos por ese método provoca tal escándalo que las autoridades europeas se han propuesto generar un recuento más solidario, pero desde España no percibimos la misma inquina ni el mismo criterio persecutorio que castiga a la pequeña empresa española. Una de las patas de la economía sumergida suele apuntar hacia el sentimiento de agravio, y por una vez tenemos que darles la razón a quienes lo padecen. Es cierto, el agravio para un emprendedor español es grotesco si ponemos estas cifras al aire. No hablemos del daño general que muchas de estas empresas causan al empleo nacional, con funcionamientos basados en la reducción de personal humano y la ausencia de garantía. Termina la legislatura y la tristeza es comprensible tras ver que nada se ha hecho en lo que era un escandaloso saqueo denunciado por casi todos desde años atrás. En eso consiste el poder en nuestro país. Dureza y exigencia con el débil, pero impotencia y permisividad con el fuerte.