Al contrataque

Gramos de esperanza

El anticatalanismo es una receta antigua y eficaz propia de gobernantes zotes y simplones

Joan Barril

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Y lo que nos hemos divertido? La cosa no empezó hace 300 años, sino que empezó en realidad cuando este Gobierno y sus voceros confundieron la necesidad de despistarnos de todos los males de la crisis económica y de la injusticia que significaba ir echando millones a los bancos a condición de que ningún ciudadano pudiera ser beneficiario de sus propios impuestos. Y ante este escándalo nada mejor que recurrir al anticatalanismo, que es una receta antigua y eficaz propia de gobernantes zotes y simplones.

Incapaces de hacer virtuosismo de la política, el Gobierno de Rajoy prefirió abrir la fábrica de independentistas y así las mareas humanas fueron creciendo. Hay que ser muy burros para pensar que la movida de los últimos años era responsabilidad de Mas. Una epidemia secesionista se cernía sobre las calles y las carreteras, pero el Gobierno no entraba en razones y apretaba las tuercas de la financiación, la lengua, las infraestructuras sin dar nada a cambio.

Y nos divertíamos en la ensoñación de un futuro tan difícil como galvanizador. Mientras el Gobierno central prefería mirar hacia otra parte y leer las soflamas de su prensa y de sus televisiones, en Catalunya incluso los más escépticos preferían unos gramos de esperanza antes de unas cuantas toneladas de incomprensión. Probablemente fue este fin de semana, tras la firma del decreto de la consulta, cuando el Gobierno decidió meter a Catalunya bajo el microscopio. Fue el sábado cuando por fin Rajoy decidió tomarse el reto catalán en serio. Y para ello nada mejor que recurrir a medidas de fuerza legal, reuniones rápidas y a tribunales de una Constitución que en su día se negaron a votar.

En el punto de mira

Ahora, cuando todo el armamento legal está amartillado y Mas está en el punto de mira, hay motivos para seguir divirtiéndonos con la inquietud de Rajoy y los suyos. Catalunya no solo ha resistido represiones y bombardeos, sino que también ha hecho lo más difícil: hacer avanzar el proyecto por sí mismo y a pesar de las altisonantes excusas de mal pagador de Pujol, desentronizado de su monumento en Premià. Tras las cenizas de los vertiginosos papeles constitucionales, nos queda mucho tiempo para la diversión. Ni Rajoy, ni Sánchez, ni Díez han querido admitir que el independentismo ha llegado para quedarse. A pesar de los lamentos jeremíacos y cantos de victoria de los vencedores, haríamos bien los catalanes en seguir viviendo con la tranquilidad del día a día, amando a los que merecen ser queridos, educando a nuestros hijos y salvándonos de amarguras. Este Gobierno obtuso cree que tiene la última palabra, pero las ideas son siempre más importantes que las palabras. Vencerán, pero no convencerán. Al fin y al cabo no aportan nada desde que en Flandes se ponía el sol.