#GraciasPablo

Avanzaba el recuento de votos y aumentaban los tuits que se sumaban a la etiqueta # En ella convivían socialistas debatiéndose entre la alegría de haber evitado el 'sorpasso' y la tristeza de verse en la oposición, gente del PP exultante y ciudadanos sin más filiación que la indignación ante el fiasco de la izquierda. Las peores previsiones que la razón indicaba (no las encuestas) se han cumplido. Seis meses perdidos. Un PP fortalecido. Un votante desencantado que se quedó en casa. Y la desagradable sensación de haber sido fichas de casino que Pablo Iglesias se jugó en una apuesta demasiado arriesgada. Tenían razón las voces que en su partido le alentaban a encontrar una vía de entendimiento con el PSOE y que dudaban de los réditos de aliarse con Izquierda Unida. Tenían razón quienes en IU, como Llamazares, advertían de la incoherencia de la operación. Al fin, con menos participación, el PP ha ganado casi 700.000 votos. El PSOE ha perdido 100.000 y Podemos y compañía, más de un millón.

La misma personalidad arrolladora que alzó a Iglesias parece haber arrollado ahora la esperanza de un gobierno de izquierdas. El votante ha perdonado la mediocridad y la corrupción, pero no el personalismo oportunista. Como bien sabe Susana Díaz, reina destronada del populismo, nacionalista excluyente y conspiradora contra los suyos. Lástima que el fracaso de ambos personajes se convierta en el fracaso de tantos.