La rueda

Gracias a un 'desfavorecido'

Descubrí a un ser humano hundido que me regalaba una lecciónde humanidad y tristeza

CARLES SANS

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Nuestra vida transcurre en base a mantenernos dentro de los márgenes que socialmente creemos indispensables, en lo particular, en lo económico y en lo relativo a la salud. En esta carrera por la supervivencia social son muchos los que desgraciadamente no consiguen mantenerse dentro de esos márgenes, y a esos, eufemísticamente llamados desfavorecidos, les miramos de soslayo cuando devienen indigentes, seres a los que ignoramos por creer que en su mayoría pertenecen a organizaciones mafiosas que explotan su imagen mediante pretendidas faltas de ortografía en cartones donde se dice que pasan hambre. Pero hay otra realidad muy distinta. Un estudio de hace poco más de un año nos revelaba que en Barcelona hay 3.000 indigentes, el 54% de ellos españoles, de los que 870 duermen a la intemperie y son menores de 45 años.

Hace pocos días estaba en las puertas de un edificio público y se me acercó un hombre de barba cana, ojos claros y la voz rota por el alcohol. Cuando me miró cambió su expresión y empezó a agradecerme, de un modo muy sincero, lo mucho que se había reído con Tricicle «allá en mi vida anterior», dijo. Descolocado y conmovido, le di las gracias. Me llamó por mi nombre y apellido y no cesó de agradecerme todos los espectáculos que tanto le habían hecho reír. Luego se le quebró aún más la voz y con los ojos vidriosos se lamentó por tener que pedir. Aquejado por un dolor interior difícil de describir, me dijo: «Si tuviera algo con qué obsequiarle, se lo daría, créame». Al oírle me emocioné y no supe cómo reaccionar; le di cuanto llevaba y le estreché la mano con fuerza; pero no estuve a la altura. Tras su aspecto tan parecido al de tantos en nuestras calles, descubrí a un ser humano quebrado y hundido, que con enorme generosidad me regalaba una lección de humanidad y de infinita tristeza. Gracias, señor, allí donde esté.