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Gracias, maestro

Al dramaturgo catalán Josep M. Benet i Jornet le llueven los homenajes en su 75º aniversario

JAUME SUBIRANA

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Nieto de un payés humilde de Les Borges Blanques (Lleida) e hijo de gente de muy poca letra, a él, que no tenía libros en casa, los tebeos de niño le volvían loco, y prefería un libro antes que cualquier juguete: recuerdo bien la chispa en los ojos con que Josep M. Benet i Jornet lo explicaba en una entrevista reciente sobre su biblioteca.

Ahora el escritor cumple 75 años, y se le vienen encima diversos homenajes que acepta con una sonrisa entre traviesa y foteta, como cuando en el 2013 ya recibó el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes.

Narradores, poetas y ensayistas lo somos gracias a los libros, pero este no es el caso de los autores teatrales, o no lo es necesariamente. Benet i Jornet (el primer dramaturgo catalán vivo y un nombre clave del fenómeno del guionaje) es, él sí, un hombre de letra impresa, lo ha sido siempre: de tebeos y revistas, de libros en la lengua de Guimerà o Bertrana (durante años iba a aprovisionarse los domingos al mercado de Sant Antoni con Jordi Castellanos y Joaquim Molas), de clásicos teatrales, de libros de los amigos...

La vida de Benet i Jornet (Papitu, para los más cercanos) la llenan el teatro, los libros y los amigos, una red de afectos y de creencias forjada a lo largo del tiempo sobre las ganas de hacer teatro, siempre a tientas y a partir del instinto de romper su propio techo de intereses (las palabras son suyas).

Pero no solamente teatro: yo he tenido el privilegio de verlo actuar de cerca en defensa de los intereses de los escritores como decano de la Institució de les Lletres Catalanes, y puedo afirmar que entusiasmo, libertad de criterio y genio, del bueno y del otro (cuando la administración se mostraba poco flexible, y eso pasaba) a veces coinciden en una persona que, al final, se hace respetar y querer por todo el mundo.

En la entrevista antes mencionada, evocando a su amiga Montserrat Roig, Benet i Jornet recuerda: «Nos peleábamos mucho pero nos queríamos mucho, también». Me parece una propuesta espléndida: amar a aquellos con los que discutimos, que debe ser aprender a vivir. Gracias también por esta lección, maestro.