Gowex: reformar la auditoría

EDUARDO MARTÍNEZ ABASCAL

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El caso Gowex ha ocupado buena parte de las noticias. Se ha confirmado que la empresa falseaba su contabilidad. Rectifico, el presidente falseaba la contabilidad. Las empresas de por sí no son responsables de actuar bien o mal, son las personas las que actúan bien o mal. De ahí la importancia de tener directivos con altura moral. Resulta que el auditor no había detectado nada raro, tampoco el mercado bursátil MAB en el que Gowex cotizaba.

Y ahora todo son lamentos y recriminaciones… pero, intuyo, que nadie hará nada. ¿Y por qué lo creo? Pues porque esto ya ha pasado otras muchas veces y no se ha hecho nada. El caso más claro fue el de Enron en EEUU. La que fuera en su día premiada por Fortune como la empresa más innovadora del mundo, la mejor en el sector de la energía según el Financial Times, y la estrella de la bolsa acabó colapsando en el 2001, por contabilidad fraudulenta. Su valor en bolsa pasó de 60.000 millones a cero en meses. El auditor de Enron, Arthur Andersen, desapareció. El núcleo del problema está en la falta de independencia de los auditores ya que los incentivos no están alineados.

Al auditor lo contrata y le paga la empresa para que revise sus cuentas o para que les dé marchamo de fiabilidad. Si el auditor detecta errores y da una opinión no favorable, la empresa dejará de contratarlo y el auditor perderá un cliente -y dinero- debido a su buen hacer. Por el contrario, un auditor complaciente y chapucero siempre encontrará clientes que quieren dar credibilidad a sus trampas contables. Una solución para evitar el problema es la que se adoptó en EEUU: más requisitos contables, auditorías más complicadas, etcétera. Es la llamada ley Sarbanes-Oxley Act, que convierte la auditoría en una pesadilla burocrática para el auditor y para el auditado y que no evitó el colapso del sistema financiero de EEUU en el 2008, ni las subprimes, etcétera. De hecho solo ha servido para que las empresas se gasten más dinero en auditoría y los auditores ganen más.

Una posible solución sería esta: el mercado bursátil en el que cotiza la empresa contrata la auditoría para todas las empresas de ese mercado. El cliente del auditor es la bolsa, no la empresa auditada, y es la bolsa la que le paga. Acto seguido, la bolsa asigna un auditor a cada empresa. Así se rompe esa relación que puede ser malévola entre empresa y auditor. El auditor hará su trabajo exhaustivamente porque su cliente, que es la bolsa, así se lo pide y es la que paga. La bolsa puede luego cargar a cada empresa el coste de la auditoría. Con esto se lograría que el auditor fuera realmente independiente, cosa que no ocurre hoy. Intuyo que esta propuesta no gustará a algunos auditores (ojalá me equivoque). Y, sin embargo, a ellos les ahorraría mucho conflicto de interés y presiones y la sociedad entera mejoraría la transparencia de la información financiera.