Google y los gurús del gratis total

ENRIC HERNÀNDEZ

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Teclee en un buscador cualquiera, Google sin ir más lejos: "Google impuestos España". Si no encuentra ni una sola información oficial que el gigante de internet haya proporcionado sobre su contribución a las arcas públicas españolas, no se desespere: debe ser que Google no ha sabido posicionar en Google su intachable transparencia fiscal.

La compañía de Mountain View (California) solo tiene un capital social de 3.006 euros y un centenar de empleados en España, donde copa el 98% de las búsquedas en internet y factura, según sus maquilladas cuentas, unos raquíticos 38 millones al año. En verdad acapara el 50% de los ingresos publicitarios de internet: unos 450 millones anuales.

Por cierto, apreciado lector, no busque más: sin ánimo de suplantar al buscador de referencia, le informamos de que Google solo tributa por sus beneficios en España 33.000 euros al año. Y eso, cuando la compañía estadounidense dirigida por Larry Page se pone generosa, porque en ejercicios anteriores hasta se permitió el lujo de declarar pérdidas.

De Irlanda a las Bermudas

El moderno milagro de los panes y los peces opera mediante enrevesadas técnicas de elusión fiscal: los derechos de Google se gestionan desde una sociedad pantalla radicada en el paraíso fiscal de las Bermudas, pero los ingresos (en España y en el resto de Europa) se afloran en Irlanda, donde el impuesto de sociedades tributa al 12,5%, muy por debajo de la media europea. Luego, a Google Irlanda la filial de las Bermudas, exenta de cualquier tributación, le factura unos costes por el servicio que se restan de los ingresos obtenidos, de modo que la factura fiscal resultante es puramente testimonial.

A la vista de una ley de propiedad intelectual que impone a los agregadores de contenidos el pago de un cánon a quienes los producen, Google Noticias cierra ahora su servicio en España aduciendo que es «insostenible». Y muchos gurús de internet, apóstoles del gratis total con la producción ajena mas no con la propia, se rasgan las vestiduras ante tamaña afrenta. Curiosa cultura colaborativa esta, que abjura de la creatividad, aplaude la piratería y consiente la impunidad fiscal de las multinacionales.