La rueda

Gobernar sin represalias

CARLES SANS

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Leo que el mundo de la cultura mira con cautela la llegada de Ada Colau al Ayuntamiento de Barcelona. Es lógico, la llegada de personas nuevas con ideas en apariencia más drásticas suele despertar una inquietud en una ciudad acostumbrada a pocos sobresaltos en eso de la cultura, al menos en el largo periodo en el que se han turnado socialistas y convergentes. En el teatro, aquellos que dependen de la subvención municipal para seguir trabajando deben estar ahora expectantes por si reciben el mismo trato económico de siempre o si, por el contrario, la nueva alcaldesa romperá con los hábitos impuestos por anteriores equipos.

Pero también se empezarán a interrogar aquellos teatros que no pertenecen al sistema público y que son subvencionados por el Institut de Cultura de Barcelona, cuyas modestas ayudas son oxígeno para las siempre asfixiantes temporadas en las que hay que programar ofertas que buscan por lo menos un éxito por temporada, una esperanza poco ambiciosa y muy optimista.

No me inquieta lo que el equipo de Colau pueda hacer: estoy seguro de que se asesorarán suficientemente como para saber que el sector del teatro es muy delicado, que está severamente tocado por unas decisiones tomadas por el Partido Popular mucho más radicales que las de esa izquierda extrema que tanto miedo les da.

Dejemos trabajar a Colau y a aquellos que pacten con ella para formar un grupo de personas que observen con sentido común la situación de la cultura en Barcelona, aparcando, eso sí, cierto ánimo de venganza social que he detectado en algunos comentarios de las redes sociales por parte de votantes de Barcelona en Comú; comentarios llenos de resentimiento nada tranquilizador. Hay que gobernar para todos. Para venganzas, al menos en el sector de la cultura, ya tenemos al Gobierno popular.