Saber mandar o moverse como un elefante

Los gobiernos que no saben gobernar tienden a sobreactuar para tapar su carencia

Rafael Catalá habla por teléfono, el miércoles, en el Congreso.

Rafael Catalá habla por teléfono, el miércoles, en el Congreso.

JOAN TAPIA

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Los gobiernos deben mandar y usar sus prerrogativas. Para eso han sido elegidos y, por ejemplo, José Luis Rodríguez Zapatero se equivocó al no utilizarlas para convencer de la inevitabilidad de la austeridad del 2010. El PSOE aún paga las consecuencias.

Pero una cosa es mandar y otra entrar como elefante en una cacharrería. El ministro Rafael Catalá (con bendición superior) echó de la Fiscalía General del Estado a Consuelo Madrigal porque no quería enviar un elefante a la Fiscalía Anticorrupción. Fue relevada por <strong>José Manuel Maza</strong>, quien colocó a <strong>Manuel Moix</strong>, el elefante. Según 'El Mundo', para "acabar con el búnker que los fiscales progresistas han montado allí".  Ya hemos visto el fin de la historia.

Lo de Catalunya tiene algún parecido. El Gobierno del PP tendrá que afrontar un peligroso choque de trenes. No saldrá perdedor porque en democracia una parte del Estado (la Generalitat) no puede saltarse la legalidad. Pero el coste para la convivencia interna catalana y para la relación con España será alto.

Tras el 9-N del 2014 el PP forzó al entonces fiscal general, Eduardo Torres-Dulce, a iniciar un proceso penal contra Artur Mas. Quizá si hubiera hecho política e instado la apertura de una comisión sobre la reforma constitucional en el Congreso, las cosas no habrían ido tan lejos. El Gobierno creyó mostrar autoridad; en realidad hizo de elefante y profundizó así la creciente desafección catalana de la que ya avisó José Montilla a Zapatero. Sin que Zapatero le hiciera caso.

CONATO REVOLUCIONARIO

Y ahora no es solo el Gobierno del PP el que está comportándose como un elefante. El independentismo también quiere hacer de elefante al plantear ir a la independencia (con declaración unilateral y referéndum unilateral) sin respetar el Estado de derecho, la legalidad catalana, porque el Estatut exige una mayoría de dos tercios para su reforma, y pretendiendo que la ley de desconexión (expresión asexuada de la declaración de independencia) se pueda votar de improviso, en un solo día y sin que los grupos parlamentarios puedan hacer su labor. En Madrid lo califican de golpe de estado. Sería más justo hablar de conato revolucionario porque -al menos en España- los golpes de Estado se hacían con el Ejército detrás. Y no veo ni a Albert Batlle ni al mayor Trapote en el papel de Milans del Bosch.

Espero -y creo- que el choque de trenes no será cruento, pero sus efectos serán devastadores. El día después será casi imposible de gestionar. El clima será todavía más tóxico y todos echarán la culpa al contrario.

LA INDEPENDENCIA EXPRÉS

Hay gobiernos que no saben mandar y que -por pecado de orgullo- actúan como elefantes. Y es sabido que sus voluminosas patas acaban matando las buenas hierbas. Ya están tan mustias que el independentismo (tutelado desde enero del 2016 por la CUP) parece decidido a ignorar, antes de conocerlo, el informe que sobre la reforma del reglamento del Parlament, que permitiría la barbaridad de la independencia exprés, pedirán al Consell de Garantíes Estatutàries los diputados Eva Granados (PSC) y Joan Coscubiela (ecosocialista).