Gisela Pulido, cazadora de cometas
Elena de Diego
Periodista de la cadena SER. @elenadediego
Precocidad es la palabra que mejor la define. Con tan solo ocho años, siguiendo los pasos de su padre ¿aficionado a los deportes acuáticos y de aventura- se subió a una tabla de kitesurf. Quería saber cómo se veía la vida suspendida entre olas. Y fue amor a primera vista. A los 10 años, la premianense Gisela Pulido ganaba el mundial de KPWT, convirtiéndose en la campeona mundial más joven de la historia en todos los deportes. Ahora, con 19, tiene un palmarés único: ocho veces campeona del mundo de kitesurf freestyle y una nominación a los Laureus como mejor deportista extremo.
Digerir estas cifras récord siendo una adolescente no es nada fácil. “Antes no era consciente de lo que había conseguido. Cuando veo competir a chicas de 10 años, alucino pensando que yo era como ellas. Ahora he crecido en todos los aspectos y he asimilado la dimensión de mis triunfos”. Esta es Gisela Pulido: escandalosamente joven a la par que madura. Se ha hecho mayor en un mundo de adultos, por eso emana una profesionalidad impropia a su edad. Me atiende en un acto de Baby-G -uno de sus sponsors-, donde lleva casi dos horas hablando con la prensa. Aún así, no pierde la sonrisa: “Nunca había hecho diez entrevistas seguidas. ¡Es algo impensable para una deportista de kitesurf!”.
Su carrera no se entendería sin los patrocinadores. Cuando te dedicas a un deporte minoritario y tu familia no tiene recursos económicos abundantes, directamente, dependes de ellos. En su caso, más del 95% de sus ingresos provienen de sponsors (Red Bull, Movistar, Baby-G, Nilox, BEST y Dakine). “El día que por los efectos de la crisis o las lesiones me quede sin patrocinadores, no podré dedicarme al kite”, afirma resignada. Repite las marcas que la apoyan constantemente, pero no como una chica-anuncio, sino sabiendo que ellas son los pilares de su éxito.
En contrapartida, el deportista que depende de los patrocinios debe cuidar mucho su imagen. Nada de salir demasiado de fiesta, ni tratar mal a la prensa, ni compartir lo que realmente se piensa sobre ciertos temas. Ser como el sponsor quiere que seas, o como mínimo, aparentarlo. Financiación a cambio de libertad. Pero al fin y al cabo, dinero que hace realidad un sueño. Y que sin quererlo, te convierte en un modelo a seguir. “Hace unos años en Premià solo había dos cometas: éramos mi padre y yo. ¡Hoy mi abuelo, muy emocionado, me ha dicho que había 40!”, me explica sin poder evitar sonreír. Parece que ahora sí, ahora ya es consciente de la grandeza de su gesta.
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