Dos miradas

Giro argumental

Puigdemont

Puigdemont / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Visto desde Madrid, el guiño de Puigdemont a Pedro Sánchez será percibido o bien como un brindis al sol o como una amable copa de veneno. Seguramente, es la idea más contundente de la moción de confianza. La postura de los populares ante la demanda catalana ha sido tan burda que se han atrevido a compararla con el terrorismo. Mejor dicho, el independentismo ha sido calificado como un mal peor que el del uso de las armas. Esto, se mire como se mire, es un disparate. Frente a esta actitud arrogante, la táctica de Puigdemont ha sido no proponer un referéndum acordado Rajoy sino pensar que puede ser Sánchez -un Sánchez ahora más debilitado y frágil que nunca, entre la espada andaluza y la pared histórica, en el fregado de una danza de sables- quien recoja el reto. El referéndum no es, para el presidente, una tontería catalana sino una necesidad española para que el Estado, políticamente exhausto, supere el marasmo.

Ofrecerse como salvavidas es una jugada que quizá llega tarde para Sánchez. Podría ser, de hecho, la única salida plausible que tendría a mano un dirigente socialista que no querrá usarla y que tiene muchas posibilidades, pues, de estamparse contra la pared. Es evidente que el Estado ha ido a peor y que las variaciones Puigdemont, este giro argumental, podrían sonar como una música celestial si no fuera porque, en Madrid, serán vistas, inevitablemente, como un brindis al sol o como una amable copa de veneno.