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El gesto y el símbolo

A veces el 'ya es demasiado tarde' llega antes del 'no te lo vas a creer'. El pasado es lo único que se nos presenta fiable

RISTO MEJIDE

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Malos tiempos para la expresión. Una expresión digerida, reflexionada, consciente, reposada y con distancia. Cuanto más nos comunicamos, peor nos expresamos. Para empezar, porque cómo vas a tomar distancia de aquello que corre siempre más que tú. La inmediatez se nos ha quedado obsoleta. La profundidad parece estar reñida con la rabiosa actualidad. Ya nadie se sienta a pensarse una respuesta. Y ya no digamos a preguntarse qué es lo que tendríamos que preguntar.

Existe un continuo en el que todos nos hallamos inmersos, un marasmo de datos e informaciones sin contrastar a las que llamamos ahora, al que le ha pasado lo que ocurrirá a la serie Cuéntame, que de tanto correr, algún día nos adelantará. Y así andan los medios, tratando de colarse en la rendija que existe entre la oportunidad de rentabilizar una exclusiva y el coste horas/hombre necesario para cotejarla y no acabar haciendo el ridículo. A veces, el «ya es demasiado tarde» llega incluso antes del «no te lo vas a creer».

A esto se le añade que lo único explícito está en los juzgados. Cuando ya todo es desengaño y decepción. El pasado es lo único que se nos presenta fiable. Todo lo demás son cosas implícitas, cosas que habría que ponerse a masticar. Sin embargo, tal como ocurren los hechos, a menudo no nos ha dado ni tiempo a interpretarlos, que ya lo estamos haciendo. Las conclusiones ya no se sacan, ahora se arrancan. Oye, ha pasado esto, pon cara de experto, hazme un one-page dossier que te sirva para borrador del libro que sacarás esta tarde y por lo que más quieras arréglate esa corbata, que salimos al aire en 3,2,1… Y así nos cunde el pelo -a los que os quede-, atiborrándonos toelrrato de bollería industrial cruda o a medio hornear.

Por eso son tan importantes los símbolos y los gestos en estos momentos. Por eso se los andamos exigiendo a los políticos. Y a las grandes empresas. Y a cualquiera que ostente cualquier cargo en cualquier lugar. Pero es que creo que también hay que pedírselos a la pareja. A los amigos. A todo dios. Los gestos, los símbolos, la mujer del César, saber llenar con ejemplos la ejemplaridad. Ya no nos basta con ser, hay que saber parecerlo también.

Nos han engañado tanto y de manera tan flagrante que sabemos que la honestidad es como la felicidad, un concepto que sólo es demostrable en el largo plazo. Así que optamos por exigir alegría, ese concepto más mundano, cotidiano e inmediato, el del ya. Usted al menos esfuércese por parecer honrado hoy hasta que pueda demostrarnos que realmente lo fue.

Cuanto menos tiempo para conocer, más importancia cobran gestos y símbolos. Son el sustituto de la sabiduría, la del amor a la verdad. Son nuestro asidero para actuar, porque eso sí, hay que seguir actuando, la vida ni puede ni debe esperar.

Y por qué hablo siempre de gesto y símbolo como cosas separadas, si en la mayoría de foros se acaban utilizando como sinónimos. Porque no tienen nada que ver. Porque no son lo mismo. Porque hay que saberlos diferenciar.

Según la RAE, un gesto es un «acto o hecho que implica un significado o una intencionalidad». Fichemos a un Jefe de Estado Mayor de la Defensa. El gesto será interpretado por lo que significa y por nuestra intencionalidad. Y con eso habremos dicho más que con cien mítines. Si hay algo mejor que dar tú una noticia es que otros no puedan evitar darla por ti. Y así se llenan horas de tertulias y contenidos y analistas. Y así habremos cubierto una jornada más hacia la gloria o hacia el fracaso, da igual. Cuando son las palabras las implicadas, el significado acaba siendo imputado por la emoción que provoca.

Y ahí, en la emoción, es donde surge el símbolo. Un símbolo se define como toda «forma expresiva que utiliza la sugerencia o la asociación subliminal de las palabras o signos para producir emociones conscientes». Sugerir para provocar emociones. Asociar para emocionar de manera consciente. Yo hago esto para que tú sientas aquello.

Que el gesto acabe transformándose en símbolo depende, básicamente, de las emociones que sepa despertar. La emoción del cambiémoslo todo para que todo siga igual. O la emoción del ahora que funciona, no lo toques, y cambiemos solo aquello que haya que cambiar. Ése es el verdadero y único bipartidismo. Y la fiabilidad es y seguirá siendo patrimonio exclusivo de gestos y símbolos, que valen su peso en oro hasta que algo o alguien nos demuestre lo contrario.

Todo lo demás, son cosas que ya se verán.