Al contrataque

El gesto

Pedro Sánchez, durante el discurso que ha pronunciado este miércoles en el debate de investidura de Mariano Rajoy.

Pedro Sánchez, durante el discurso que ha pronunciado este miércoles en el debate de investidura de Mariano Rajoy. / periodico

SÍLVIA CÓPPULO

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Con la mano izquierda, Pedro Sánchez empieza a limpiarse el rastro que Mariano Rajoy haya podido dejarle en su derecha al estrecharse las manos. A medio gesto, se da cuenta de ello; su inconsciente le delata; se da cuenta de que tiene las cámaras delante y disimula. No soporta a Rajoy, y es por eso que se ha querido quitar de encima hasta la última molécula de ADN rajoniano. El lunes pasado, 24 horas antes de que empezara la que fue la primera sesión del debate de investidura, las dudas se disiparon. Sánchez no estaba dispuesto de ninguna manera a favorecer que su adversario político pudiera ser investido presidente. Le haría tragar la misma hiel que Rajoy le hizo segregar a su hígado en marzo pasado. Donde las dan las toman.

Y si el líder popular, por su antológico inmovilismo, es la encarnación de Don Tancredo -a ver si el toro cuando avista la figura de Tancredo disfrazado de blanco cree que es de mármol y pasa de largo convencido de su dureza-, hay que tener presente que el socialista es hincha del Atlético de Madrid en fútbol y del Estudiantes en baloncesto; ergo, voluntariamente ha escogido identificarse con aquellos que, sabiéndose en un segundo lugar, luchan a muerte, paso a paso, sin desazón, hasta conseguir arañar la victoria en el instante final. En este país, quien resiste gana, hizo esculpir en su tumba el escritor Camilo José CelaRajoy y Sánchez serían hoy sus pupilos más aventajados. La Política en mayúscula les es ajena.

Catalunya es la cuestión

Para esta tarde de viernes, cuando la segunda vuelta de la investidura se lleve a cabo, no se espera ningún cambio. El partido de verdad empezará mañana, sábado, y se intensificará en octubre, una vez se hayan celebrado las elecciones vascas y gallegas. Tendrán un mes para negociar. Si Sánchez fuera capaz de liderar la alternativa, sería presidente. Joan Tardà, Francesc Homs y Xavier Domènech se lo han dicho claro y alto al líder socialista: el 80% de la población de Catalunya quiere decidir su futuro en referéndum, esa es la cuestión. Pedro Sánchez debería tener la altura y la capacidad política para gestionar una voluntad popular tan importante, sabida es la incapacidad de Mariano Rajoy para afrontarla políticamente.

Los niños se tapan los ojos cuando no les gusta lo que ven. En los escaños del Congreso de Diputados no deberían sentarse ni menores políticos ni políticos menores. Y alcanzar acuerdos en vez de despacharse a gusto en broncas anodinas limpiándose la suciedad del otro. La negociación es el único gesto válido. Y si no son capaces de pactar, váyanse, o que sus partidos -que son quienes se han apropiado de la soberanía popular- les cambien de una vez. Todo lo demás es tierra estéril.