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La gestión concertada del agua, una urgencia inaplazable

Como ocurre en numerosos ámbitos de la política pública, el agua demanda un nuevo contrato social

Imagen de archivo del pantano de Sau

Imagen de archivo del pantano de Sau / periodico

GONZALO DELACÁMARA

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Escribo esto sobrevolando el sur de Europa, incapaz de distinguir el horizonte en una mañana brillante, fascinado por el paisaje azul con matices ocres que recuerda algo trivial pero no siempre comprendido: las fronteras son una ficción, mucho más cuando se habla de gestión de recursos hídricos.

Si revisamos los últimos 60 años en Europa, desde el Tratado de Roma, obtenemos algunas conclusiones robustas en cuanto a política ambiental. Por un lado, los desafíos no son únicamente ambientales, escapan al control de los gobiernos nacionales y requieren soluciones supranacionales. Por otro, la Unión Europea ha demostrado ser más eficaz en la resolución de problemas que sus estados miembros en solitario. Podría añadirse algo más: el papel del ciudadano (como sujeto de derechos), no de los pueblos como abstracción colectiva, ha sido crucial en el desarrollo de la política ambiental europea.

La seguridad hídrica de Catalunya

En Catalunya coinciden el final de la cuenca del Ebro, una parte de la del Júcar y una serie de cuencas internas: Muga, Fluvià, Ter, Daró, Tordera, Llobregat, Foix, Gaià, Francolí y Riudecanyes, además de las rieras costeras en la frontera con Francia y el desagüe del río Sénia. A ellas se une la cuenca internacional compartida con Francia: el Garona.

Estamos viviendo una de las peores sequías en décadas, pero las cuencas catalanas presentan hoy datos mejores que la media nacional sobre disponibilidad de agua en sus reservas (60,9% frente a 41,2%). Eso podría llevar a pensar que la sequía no golpeará a Catalunya o, en cualquier caso, no como en el 2007-2008. El desafío no es inmediato (tener agua suficiente hoy), pero en un contexto de adaptación al cambio climático es la seguridad hídrica a medio y largo plazo lo que debería ocuparnos. La Agència Catalana de l'Aigua (ACA) contempla una reducción en las aportaciones fluviales de entre un 5% y un 10% en dos o tres décadas, acompañada de un incremento de la variabilidad estacional e interanual. Y la demanda crecerá en varios usos, siendo el turismo uno especialmente significativo.

Un déficit de casi el12%

La demanda de agua en Catalunya, considerando usos consuntivos (agricultura, ganadería, industria, abastecimiento poblacional, etcétera) y no consuntivos (como la generación hidroeléctrica), es de 2.965 hm3/año. Comparada con la disponibilidad de agua a largo plazo (2.613 hm3/año), hay un déficit de casi un 12%. La planificación hidrológica en Catalunya contempla medidas para absorber ese déficit, pero la brecha existe y obliga a coordinar políticas sectoriales; a la cooperación transfronteriza; a reconocer los vínculos entre ecosistemas de agua dulce, costeros y marinos; a enfoques interdisciplinares; a rediseñar incentivos…

A fin de cuentas, el agua es un tema tan vital que está por encima de cualquier debate sobre gestión pública o privada. Como ocurre en numerosos ámbitos de la política pública, el agua demanda un nuevo contrato social que reconozca la necesidad de modelos inclusivos que aúnen lo mejor de la sociedad civil, el sector público y el sector privado, y el reconocimiento de retos y oportunidades que habrán de afrontarse en cualquier escenario, con cualquier modelo de gestión.