LA SITUACIÓN POLÍTICA CATALANA

Muertos que se creen vivos

¿Por qué Germà Gordó cree que está vivo? Porque imita a un muerto de mucha más envergadura que también se lo cree: Artur Mas

Germà Gordó durante la sesión de control al Govern.

Germà Gordó durante la sesión de control al Govern. / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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A la espera, y deseándolo, de que Theresa May siga a David Cameron, que inauguró gloriosamente la lista de difuntos que han muerto para hacerse el vivo, podemos entretener la ansiedad con la observación de otro tipo de cadáveres políticos. Son los que comparten la siniestra manía de creer que están vivos. Vivos, pero no como los ectoplasmas o los fantasmas tradicionales, que no consiguen descansar en paz hasta que pasan cuentas con un final que consideran injusto. Esta nueva especie de muertos elabora planes para escalar o recuperar poder, y encima los exhiben como si fueran la credencial infalible que da fe de vida.

Cuanto más se niega <strong>Germà Gordó</strong> a aceptar su muerte, más se remata. A fin de conjurar la suerte de los políticos que salen por la ventana, en general empujados por manos amigas, Gordó no tan sólo se aferra al escaño sino que pretende liderar una nueva formación política que agrupe a los disidentes del 'procés', estos que siguen el vía crucis arrastrando los pies. Hombre, Gordó, en la 'posvida' real, una vez instalados en el otro barrio, se puede tener futuro, incluso espléndido, todo depende de las creencias y del comportamiento. Pero es de temer que el juicio de los compañeros sea inapelable, sobre todo si es emitido por unanimidad. Por mucho que se pavonee de líder con perspectivas, el único futuro de Gordó es la descomposición, efectuada en medio del Parlament. Un espectáculo nada edificante, ofensivo para las pituitarias, empezando por las muy delicadas de Junts pel Sí.

¿Por qué Gordó cree que está vivo? Porque imita a un muerto de mucha más envergadura que también se lo cree. El autoengaño de Artur Mas empezó cuando reconvirtió la defenestración, no tan sólo empujado por la CUP, en un paso al lado que ni las filigranas de Maurice Béjart. Prosiguió cuando se emperró en presidir el PDECat, y así transportó la podredumbre del viejo al nuevo partido. Y los contaminará a todos <strong>si Marta Pascal no lo evita,</strong> ahora que aún lo puede enterrar con más honores que horrores.