ANÁLISIS
Abe corteja a Trump y a Putin
El primer ministro japonés busca un eje estratégico Tokio-Washington-Moscú frente al expansionismo de China
Georgina Higueras
Periodista
GEORGINA HIGUERAS
El miedo a quedar reducido a una potencia olvidada frente al nuevo rodillo de la política exterior china ha llevado al primer ministro japonés, Shinzo Abe, a cortejar sin ambages a Donald Trump y a Vladímir Putin. Abe, que comparte con ellos una política de tinte nacionalista y de puertas cerradas a los refugiados, pretende impulsar la formación de un triunvirato que frene el expansionismo marítimo chino y la sumisión de los países del Sureste Asiático a los intereses de Pekín.
La incertidumbre sobre qué supondrá para Asia la presidencia de Trump llevó a Abe a ser el primer dirigente en entrevistarse con el presidente electo de EEUU tras su victoria en las urnas, y está prevista una reunión oficial de ambos el próximo día 10 en la Casa Blanca. Las declaraciones de Trump durante la campaña electoral de que Washington no iba a seguir pagando la factura de defender Japón o Corea del Sur levantan ampollas en Tokio, en un momento en que se siente amenazado no solo por China, sino también por el régimen imprevisible de Corea del Norte. Además, Trump sugirió que sus dos aliados deberían dotarse de armas nucleares, cuestión que divide profundamente a la sociedad japonesa, la única que ha sufrido dos ataques atómicos.
FRENO A LAS RECLAMACIONES TERRITORIALES
Abe vio en el acercamiento a Moscú que voceaba Trump la emergencia de una nueva alianza, a la que se sumaría Japón, para frenar las reclamaciones territoriales chinas tanto en el mar del Este como en el mar del Sur de China. El dirigente nipón trató de buscar apoyos a su gestión en una reciente gira por Filipinas y Vietnam, dos de los países que mantienen disputas fronterizas con Pekín.
Desde su derrota ante Estados Unidos en la segunda guerra mundial, Japón ha mantenido un perfil bajo tanto en cuestiones militares como en política exterior. Sin embargo, Abe, que heredó un país debilitado por dos largas décadas de recesión económica, está empeñado en su revitalización, para lo que ha puesto en marcha una diplomacia muy activa y pretende, alentado por Washington, acabar con la política pacifista que le impuso EEUU tras ocuparlo.
Al mismo tiempo, Abe vio en las dificultades económicas que sufre Rusia, debido en parte a las sanciones de EEUU y la Unión Europea por la anexión de Crimea, una oportunidad única para solucionar el contencioso que mantiene con Moscú. El líder japonés, que, desde que llegó al poder en diciembre del 2012 no ha desaprovechado ocasión de reunirse con Putin, anunció en septiembre que resolvería “la cuestión territorial”. Los medios nipones apuntaron la posibilidad de un importante acuerdo económico a cambio de una soberanía compartida o incluso de la devolución de las dos islas del sur del archipiélago de las Kuriles, que la Unión Soviética arrebató a Japón al final de la segunda guerra mundial. Putin se dejó querer y aceptó una invitación a la residencia privada de Abe, en diciembre pasado, pero no consintió en devolver o compartir ni un granito de arena.
De momento, ni siquiera se ha conseguido firmar el acuerdo de paz con Rusia, pendiente desde 1945, pero Abe sigue pergeñando una estrategia para mantener la presencia de EEUU en Asia y no descarta la creación del eje estratégico Moscú-Tokio-Washington, que en gran medida depende de Trump.
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