Dos miradas

Gatos belgas

JOSEP MARIA FONALLERAS

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La secuencia de los hechos nos informa del mundo en que vivimos e, incluso en las críticas circunstancias actuales, serviría de base para el guión de una de esas películas costumbristas que ahora triunfan tanto. La policía belga comienza su actuación (nota al margen: que llamemos actuación a las actividades de la policía no deja de ser curioso) y unos cuantos peatones y turistas cuelgan fotos en la red e informan de los movimientos de las tropas. Alguien de la policía observa la avalancha de detalles y, de forma muy belga y muy ordenada, pide a la población que no diga nada durante la batida, no sea que los yihadistas sepan más cosas de las que deberían saber. Los belgas, ordenados pero también muy belgas, hacen una de las cosas más belgas de la historia, que es colgar gatos en las redes. Aclaración: no sacrificar gatos sino elevarlos a la categoría de fenómeno mediático con la incrustación de fotografías y filmaciones de gatos en sus perfiles públicos. Para despistar a los malos y, de paso, para distraerse. Es lo que vulgarmente se llama peinar al gato. La revolucionaria medida es bien vista por la policía de la capital europea, que, una vez terminada la primera parte de la actuación, agradece la actitud cívica de los belgas con la foto de un platito rebosante de comida para gatos. Lástima que no pensasen en los inquietantes, oscuros, lascivos y poderosos gatos de Balthus, que, de hecho, son los únicos gatos reales que me interesan.