El futuro

Las sensibilidades independentistas se debaten entre la defensa de esta república escasa y la adecuación de las fuerzas para el embate de las elecciones previstas por el Gobierno del Estado. Hay, por un lado, el maximalismo de quien ya vive en una «nueva etapa», como dijo Puigdemont, y, por otro, el posibilismo de quien observa las disposiciones de Rajoy como una oportunidad de contarnos o, como mínimo, de no dejar campo libre a lo que llamamos unitarismo. Hablo de república escasa porque se hace difícil de entender, a los ojos de los más radicales, cómo se rechaza el 155 y cómo se acepta, al mismo tiempo, el cese de Trapero o el hecho de que los consellers dejen de tener escolta.

Este fin de semana, más allá de noticias de susto intenso (y ha habido muchas), se vive aún con una cierta percepción de paréntesis. Lo que tenga que pasar pasará a partir de este lunes. ¿Irán a trabajar a su departamento los consellers cesados? ¿Y el president entrará como si nada en el Palau de la Generalitat? De lo que pueda suceder se derivarán o decepciones colosales o llamamientos a la resistencia o bien una hipótesis política que comenzará a hablar del 21 de diciembre como un hito táctico. ¿Qué salida hay? ¿Pensar que la república es una meta ya alcanzada o pensar una estrategia de más larga distancia que tiene, como final, la clarificación en unas urnas del latido de esta nación que tiene derecho a elegir su futuro?