El futuro no pertenece a la derecha española

ERNEST URTASUN

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Sexto año de la Gran Depresión europea. Una Gran Depresión que ha puesto en cuestión todos los equilibrios del viejo orden europeo nacido después de la caída del muro de Berlín, que este año celebra su 25 aniversario.

Una Europa germanizada, con una Francia en retirada y una concentración cada vez más insoportable de la riqueza en unas pocas manos y un sufrimiento social como no había conocido este continente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

En el caso de España, se ha llegado a la Gran Depresión con el estallido de otro problema latente y no resuelto desde la Transición: la incapacidad del régimen nacido en el año 78 de dar respuesta a las aspiraciones nacionales de las naciones que componen este Estado.

Vivimos una tensión insostenible del sistema constitucional y de partidos vigentes en España, agravada por una crisis institucional sin precedentes de la Monarquía y el fin de la cultura de la Transición.

Estas crisis simultáneas, profundamente vinculadas entre sí, han hecho surgir un sentimiento de fin histórico de etapa, con el aumento de las fuerzas que reclaman un nuevo proceso constituyente (como IU, ANOVA, Compromís, CHA, EQUO y otros) y que ha terminado por consolidarse con la fulminante emergencia de Podemos en el conjunto del Estado y su posicionamiento como primera fuerza política en las encuestas.

En el caso de Catalunya, el malestar viene de lejos. Malestar por el desprecio a la lengua, a las instituciones de autogobierno, a la negación continuada del reconocimiento jurídico de Catalunya como nación. El capítulo que vivimos con la reforma del Estatuto fue la muestra definitiva de que el 78 ya no era capaz de dar respuesta a una Catalunya que reivindicaba poder decidir una nueva relación política con el resto del Estado.

Mi generación política ya no quiere seguir viviendo con las limitaciones jurídicas y políticas del pasado. Entre la Europa secuestrada por el capitalismo de rentistas y el 78 en fin de etapa, mi generación tiene el derecho de querer replantear hasta el final el estado de las cosas.

Un futuro donde no caben aquellos que hoy obligan a emigrar a mi generación con sus políticas económicas, aquellos que han institucionalizado la corrupción, o aquellos que quieren hacer restituir esquemas del patriarcado que creemos olvidados. Tampoco aquellos que han gobernado durante toda una generación Catalunya como si fuera un negocio familiar.

El domingo protestaré ante la negativa del PP a dejarnos votar. Y lo haré diciendo 'sí' para cambiar las cosas y diciendo 'no' porque el futuro también lo quiero construir con la gente del otro lado del Ebro

El futuro de Catalunya ya no pasa por CiU, ni el de España por el PP.

Es hora de pasar página. Algunos de nosotros deseamos dejar atrás esta etapa de la mano de aquellas y aquellos con los que sí queremos construir el futuro: lo mejor de la España del 15-M, de la izquierda alternativa, los trabajadores de la sanidad madrileña que detuvieron la privatización, los activistas canarios y baleares contra las prospecciones petrolíferas. De la mano de José Palazón, una vida luchando por los derechos de las personas migradas en Melilla. De la mano de la dignidad de las marchas de los parados. De la mano de las familias que por toda España buscan aún a sus familiares en las cunetas. Mi patria son ellos y ellas, en Catalunya, en España y en todas partes.

Es incuestionable que en el Estado se están moviendo cosas. El sistema de partidos cambia y se ha abierto una nueva posibilidad de cambio con el progresivo hundimiento del PP en las encuestas. ¿Sabremos leer el momento desde la izquierda en Catalunya?

Hoy debemos saber encontrar las alianzas necesarias para poder ganar de forma definitiva el Derecho a Decidir, así como para liquidar la cultura política de los herederos del franquismo y ser capaces de construir un proyecto común con aquella España que sí vale la pena. Que existe y que empieza a emerger con muchísima fuerza.

El domingo protestaré ante la negativa del PP a dejarnos votar. Y lo haré diciendo 'sí' para cambiar las cosas y diciendo 'no' porque el futuro también lo quiero construir con la gente del otro lado del Ebro con quien he compartido y comparto anhelos de cambio, sueños, indignación y deseo de profunda transformación.

El futuro no pertenece a la derecha española. El futuro nos pertenece a todas y todos nosotros.