Editorial

Un funeral católico de Estado

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El solemne y emotivo funeral de Estado por las 150 víctimas del accidente del avión de la compañía Germanwings que se celebró ayer en la basílica de la Sagrada Família se ha visto envuelto en una polémica sobre el carácter que debía de tener la ceremonia. Las breves intervenciones de representantes de las confesiones judía, evangélica y musulmana en la eucaristía que ofició el cardenal-arzobispo de Barcelona Lluís Martínez Sistach no han podido contentar a quienes desde instancias civiles y políticas, como el propio Govern, e incluso desde colectivos católicos de base, reclamaban un sentido más pluriconfesional del acto y abierto a los no creyentes, como se hizo recientemente en Colonia en ocasión similar.

En ocasiones la Iglesia también peca y quizá aquí lo ha hecho de falta de generosidad. Aunque la mayoría de las víctimas fueran católicas y el acto se celebrara en el escenario de una basílica, el arzobispado no estaba incapacitado para organizar una ceremonia con mayor peso de las confesiones que también tienen su espacio, y no menor, en la sociedad. Muchos ciudadanos de creencias no católicas pudieron ayer sentirse excluidos a la hora de expresar legítimamente su dolor a los familiares de los fallecidos por ser llamados a una liturgia alejada de la suya. La polémica vuelve a resucitar el rancio y nunca bien resuelto debate sobre el papel de privilegio que juega la Iglesia católica en un Estado cuya Constitución garantiza la libertad de religión y culto para todos.