#ouyeah

Fue a por trabajo y le comieron lo de abajo

RISTO MEJIDE

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Podría escribir los versos más bonitos tras un titular como ése. El cuerpo como que me pide darle rienda suelta al monosílabo romántico, ese gran desconocido por las generaciones posteriores al «ola ke ase», ese gran guionista que tantos buenos momentos le ha dado a mi mano izquierda. Pero no. La verdad es que es sólo uno de los estados que he descubierto en mi lista de contactos del whatsapp. Y además es el de alguien muy conocido, tan prestigioso, admirado y respetado que jamás dirías que tiene ese estado en su whatsapp. Sí, sí, a ti te voy a decir quién. Da igual, ahora eso es lo de menos.

El caso es que los estados de whatsapp son la ropa interior de las redes sociales. Porque son lo que nos acaba de delatar, sí, pero en la intimidad. Es lo que le queremos decir a la gente que tiene nuestro móvil, la última barrera tecnológica ante la que ya sólo queda nuestra voz y el encuentro real, la última llave que abre la puerta a nuestro tiempo, a la llamada al mismo tiempo, la que te hace parar, dejarlo todo y tener que oír y a veces, hasta escuchar. Pertenece al ámbito público más privado. La última barrera de nuestra piel, nuestro olor y nuestra verdad más verdadera.

Una piel que crece a un ritmo de un millón de usuarios al día y ya acumula la nada despreciable cantidad de 450 millones de usuarios en todo el mundo, una epidermis social que dicen que este año pasará de los 900 millones de poros, todos en pelotilla picada. Imagínatelos ahí junticos. Qué cucos eh.

Y tú los tienes a todos en tu bolsillo, menuda sensación: poder consultar el estado de tus amigos, el de tus conocidos, el de tus enemigos, de tus ex, o de aquéllos que por alguna extraña razón aún conservas el número, de cuando todavía creías que podríais llevaros bien, o de cuando aún no os conocíais lo suficiente, yo qué sé. Y que levante la mano quien se resistiría a ver a sus enemigos en gayumbos o peor, con las braguillas esas de papel que te hacen usar los masajistas.

Ahí andan todos. El que te dice que está siempre «Disponible» y sabes que es siempre mentira. Tú llámale ahora, ya verás. Y si te miente así como de garrafón y a granel, imagínate cuando le necesites para un delicatesen. Nada. No te fíes. Bah.

Luego está el que siempre está «Ocupado». No nos liemos, nos está diciendo que es un «Estado Ocupado». Algo así como una república exsoviética pseudoindependiente, pero en versión Juan Palomo. Si estás todo el tiempo ocupado, para qué leñe tienes whatsapp. Eso es tan ridículo como apuntarte a una orgía para así contarle a todos los asistentes que piensas seguir virgen hasta el matrimonio. No sé si es correcto, pero bien bien no está.

Después aparecen siempre los que han sofisticado su grado de ocupación y te dicen que «No puedo hablar, sólo whatsapp». O dicho de otro modo, tengo una vida tan soberanamente coñazo que te suplico a la desesperada que me escribas algo y me distraigas, pero eso sí, no esperes que reúna el valor para coger una triste llamada y detener eso tan apasionante que me está pasando en estos momentos.

Seguimos para bingo, porque siempre me han fascinado los que te describían lo que ya debería ser evidente. «Estoy usando whatsapp» o su versión guiri-guay, «Hi there, I'm using Whatsapp!». Cojonudo. Menos mal que me lo has dicho, no me lo llegas a avisar y pienso que estabas usando la Thermomix.

Dios, paciencia.

Peor andan los que no dicen nada por querer decirlo todo: «Varios mensajes de estado», y los que tienen tantas cosas que decir, que dejan su estado en blanco. Votos nulos y en blanco. La forma que tiene toda democracia de reírse de la disidencia. O no saben, o no contestan. Poderosas razones ambas para abrirse un canal de comunicación al exterior. Y si no, que se lo pregunten a la simpática teleoperadora de cualquier teleco. Hace mucho que no llamas, Jaqueline. ¿Fue algo que dije?

En fin. Para terminar, el que va de creativo y llena su estado de iconitos tan cucos como infantiloides o peor, el que te pone algo así como «Juraré que no lo he dicho» para zafarse de toda responsabilidad sobre lo escrito.

Si aún crees que son buena gente, estén en el estado que estén, espérate a que te ocurra lo que si no te ha ocurrido aún, algún día sí o sí te va a ocurrir.

Espérate a que alguien te añada a un grupo.

Y me lo cuentas.

Eso sí, por whatsapp, que voy muy liao.