Frío frío

RISTO MEJIDE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Frío frío. Por fin hace frío. Y no eso que había hasta ahora, sino frío del de verdad. Bajaron las temperaturas, nos faltó epidermis y todos acudimos al armario a por más. Eso sí, seguimos con labios cortados y pañuelos de usar y tirar. Porque por mucho que avance la ciencia, los mocos siguen siendo mocos y ahí están. Pillándonos un año más desprevenidos. Asomándose cada vez que pueden dejarnos en ridículo, haciéndonos quedar mal. A sabiendas de que tarde o temprano volverían como oscuras golondrinas, de nuestras narices sus nidos a colgar. Que 'el Niño' se nos acabaría haciendo mayor. Y así hasta dentro de tres o siete años. Qué más da.

Frío frío. Y sin embargo, buenos tiempos para los que amamos el frío. El seco que nos recuerda que somos seres incompletos, el húmedo que nos hace tan permeables como el que más. Frío como el mejor y más antiguo detector de vulnerabilidad. O peor aún, de clase social. Porque por mucho que avancemos, el frío no elegido sigue siendo patrimonio de pobres. Pobreza energética lo llaman, por no llamarlo como realmente se llama: desigualdad. Una vergüenza para todos los que aún podemos abrigarnos. Incluyendo aquellos que han estrenado curso y escaño, aquellos a los que acabamos de votar.

Frío frío. Termómetro en caída libre en un país de temas candentes. Pedazos de este toma y daca meteorológico, fotogramas de ciclo climático para descongelar. Porque parece que las estaciones son cada vez más cortas. Más repetidos los partes. Menos pronunciadas las caídas. Y más confuso todo, tanto el termómetro en la calle como el panorama electoral. En definitiva, un invierno que nos acabará quedado de lo más primaveral. Inundaciones históricas aquí y allá. Huracanes de los que se lo llevan todo por delante. Temperaturas inéditas de las que no existe registro escrito. Anuncios de que nos cargamos el planeta. Preparativos mayas para otro punto y final.

Frío frío. Y cuando digo frío me quedo corto. Porque hay otro frío que se añade al que viene, y es el que jamás se va. Es el que pasa por dentro, del que poco o nada se habla, pero que es muchísimo más perjudicial. Es el frío de las cosas que jamás nos dijimos. Es el frío que se siente siempre demasiado tarde. Cuando parece que todo ya está. Es el frío que provoca más muertes al año, el que deja a más gente a la intemperie, el que nos hace dejar de ser civilizados. Es el frío de las cosas que no volverán.

Un gélido abrazo es muchísimo peor que un bofetón en toda la cara, que como mínimo te calienta la mejilla, a la vez que te informa de que a la otra persona le das de todo, menos igual. Y dónde pretendo llegar, te preguntarás. Pues justamente donde ahora no puedo. Pues justamente donde ahora tú estás. El caso es que hoy aquí hace mucho frío. Y el caso es que te echo aún más de menos, el caso es que tú, hoy, no estás.

Y no vi llover. Ni me dieron las diez. Ni tampoco te pienso llamar. Me voy a quedar disfrutando de este frío intenso. Dejaré que me envuelva de tu ausencia. Que me cale la tristeza hasta los huesos. Y me pienso dejar llevar por esta hipotermia sentimental. Así cuando llegues igual hay suerte y me encuentras al borde del colapso. A punto de echarte la culpa en una nota de despedida. Dejándote todo tipo de teorías conspiranoicas y varios reproches, habiéndome llevado toda hipótesis hasta el final.

Y será entonces cuando llegues tú y me enciendas la vida de un beso. Y me deje de tanta hostia y de tanto intentar llamar tu atención. Y seguro que me preguntas qué tal. Y yo te contestaré con un nada, aquí, descansando un poco. Todo bien. Todo normal. 

TEMAS