Editoriales

Fraga, figura del pasado

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Con Manuel Fraga, fallecido el domingo, desaparece la figura de referencia del franquismo posibilista que prefirió aniquilar la dictadura por iniciativa propia a administrar su legado y, fruto de eso, provocar una crisis social de consecuencias impredecibles. Este posibilismo se cruzó con el realismo de la oposición democrática, consciente de sus debilidades, y el resultado fue la transición, durante la cual se ocupó Fraga de meter al grueso de la extrema derecha dentro de la Constitución. La fundación sucesiva de Alianza Popular y del Partido Popular tiene este sentido histórico, completado con el alineamiento con la democracia cristiana, que absorbe perfiles tan diversos.

Más allá de estos datos, el peso del pasado en la biografía de Fraga y el debate ideológico condicionan el análisis. Porque ni Fraga fue un ministro de Información y Turismo benévolo con la libertad de expresión, ni un ministro de la Gobernación benigno, ni un ponente constitucional condescendiente, ni un profesor universitario abierto a todas las tendencias. Fue más bien un personaje contradictorio, a menudo jupiterino y casi siempre autoritario que aceptó atenerse a los códigos de la democracia a condición de no someter la dictadura a juicio. Y, aun así, en la hora del elogio fúnebre, todos los protagonistas de la transición han reconocido en Fraga su olfato político para facilitarla. Algo que otros de su mismo registro nunca quisieron hacer.