Boix en París

Francesc Boix defendió con sus fotografías y su espíritu luchador la memoria de los 4.816 españoles asesinados en Mauthausen

anne hidalgo

anne hidalgo / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Estamos en el juicio de Nuremberg, en la sesión de finales de enero de 1946 en la que interviene el fotógrafo Francesc Boix, superviviente de Mauthausen. Está sentado, con la espalda recta y con actitud desafiante. Habla muy deprisa y, a veces, no se le entiende. Sabe que tiene que explicar muchas cosas, el detalle del horror, el contexto de las fotografías que él mismo pudo robar y sacar del campo de exterminio gracias a la ayuda de unos compañeros y de una vecina con conciencia. Es un testigo clave para acusar a los nazis. Tras relatar una serie de escenas terribles, se enfrenta al abogado de las SS, que duda que Boix pudiera anotar con exactitud los hambrientos prisioneros rusos que entraban en Mauthausen. El doctor Babel inquiere: «¿Usted estaba en situación de contarlos?». Boix responde: «Era muy fácil, sobre todo para quien quería poder contar la historia algún día».

Francesc Boix hizo eso. Explicarlo. A través de las imágenes, de su espíritu luchador, de su persistencia, defendió la memoria de los 4.816 españoles asesinados en Mathausen. Nacido en el Poble Sec, ahora descansa en el cementerio Père Lachese de París, tras un acto solemne y emotivo en el que la alcaldesa Anne Hidalgo dijo: «Rendimos homenaje a un hombre que marcó la historia». Había representantes de la Generalitat y del Ayuntamiento. ¿Y del Gobierno? Nada, un funcionario de la embajada. Aquella tarde, por cierto, Rajoy estaba en París haciendo el paripé.