La fotografía

Hace dos años y tres meses, EL PERIÓDICO publicó a toda página, en la portada, la tradicional fotografía de los candidatos al Parlament. Era un día como hoy, una jornada electoral, y la foto se había hecho el día anterior, con los representantes de los principales partidos políticos del país más o menos distendidos. Es lo que tienen estas tradiciones. La procesión va por dentro, pero a la hora de actualizar el protocolo todos ponen cara de buenos amigos. Por lo menos hay risas nerviosas, saludos fríos, pero civilizados, y desprecios antológicos, pero disimulados. En aquella ocasión, en el 2015, el diario tuvo el acierto de no recurrir al tópico del choque de trenes. Sin abandonar la metáfora ferroviaria, colocó a los candidatos de espaldas al lector y ante una bifurcación de vías. Encrucijada, rezaba el titular, y era un reflejo exacto de lo que tenía que pasar aquel 27 de septiembre.

Dos años y tres meses después, se romperá la tradición. No habrá foto colectiva. Algunos podrían estar ahí, relajados y a punto de ir al cine con la pareja o con los niños. Otros (dos, concretamente) no se podrán desplazar, aunque quieran, allí donde mande el fotógrafo. En las elecciones más decisivas y más estrambóticas de la historia reciente, un candidato está en Bruselas y otro en la cárcel de Estremera. Para repetir la escena habitual habría que recurrir al fotomontaje. Esta es la conclusión, el resumen más gráfico de lo que se decide hoy.