Fortalezas y debilidades

ALBERT SÁEZ

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Pasó el 9 y llegó el 10. Ni se rompió España ni Catalunya dejó de tener sus problemas cotidianos. A pesar del tirón, la convivencia salió viva en lo ciudadano. Falta recomponer la dinámica política. Partidarios y detractores de la independencia y partidarios y detractores del referéndum necesitan un respiro para evaluar sus fuerzas tras dos años de pugnas que no acabaron en choque de trenes pero tampoco con un claro vencedor.

El soberanismo -entendido ahora como la centralidad catalana que pide una consulta- basa su fortaleza en una apoyo popular sostenido en el tiempo, que se manifiesta con un civismo impecable y que no depende de los antiguos hiperliderazgos ni del control de los medios de comunicación. Este bloque crece en intensidad y en perímetro cuando choca con el muro del inmovilismo, tanto respecto al caso catalán como a la necesidad de regenerar el sistema político español. Esta opción se refuerza porque goza, a la vez, de una mayoría de gobierno que le permite representar a las instituciones. Sus debilidades se han puesto en evidencia: falta de apoyos internacionales sólidos, dificultades para conectar con quienes votarían que no a la independencia y exceso de carga simbólica que les pone a los pies de los caballos de los fascistas que les acusan de fascistas.

Negacionismo

Quienes aspiran a representar políticamente a los catalanes que no quieren una consulta soberanista cuentan con la fuerza del marco legal vigente. Pensaron que era suficiente, pero se ha demostrado que no. Mantienen el apoyo de la comunidad internacional y saben sacar partido del tacticismo soberanista que les transmite energía de manera intermitente. Ese exceso de confianza en las propias fuerzas es la base de la debilidad de este bloque en la medida que el inmovilismo no goza de excesivo apoyo popular y se alimenta de un entorno intelectual negacionista que resulta inoperante para debatir con el independentismo. El resultado es un discurso generado desde las élites y basado en el miedo a perder unas prebendas que no tienen quienes tendrían que batirse en la calle para defenderlas.