Dos miradas

Flores del mal

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EMMA RIVEROLA

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¿Qué flores serán las elegidas? ¿Adelfas venenosas? ¿Hibiscos generosos? ¿Alegres begonias? ¿Resplandecerán desde su atalaya? ¿Conseguirán ocultar con su manto ingenuo el hormigón resbaladizo, las cámaras y el sistema de iluminación dispuestos a lo largo de un kilómetro de vergüenza? El muro de Calais ya se está construyendo. A los más de ocho millones de euros que costó la valla de espinos (reconocida como inútil por sus impulsores), ahora se le añadirán 2,4 millones más para elevar uno más sólido. Y más alto. Hasta cuatro metros de altura. A la medida de la miseria de Europa.

Más de 7.000 refugiados viven en unas condiciones penosas en el campamento de Calais. Aguantan lo insoportable. Hambre, frío, agresiones y abusos. Atrapados en la frontera entre la miseria y la dignidad. El muro no logrará detenerlos en su intento de llegar al Reino Unido. Tan solo habrá más riesgos, las mafias elevarán las tarifas y también aumentará su dolor.

En total, el Reino Unido habrá pagado más de 10 millones de euros para tratar de proteger su frontera. Mientras, las oenegés piden algo tan básico como informar a los refugiados de las vías para encontrar, legalmente, un lugar en Europa. Ni siquiera reciben asesoramiento de forma oficial. Son nuestras instituciones las que les someten a la deshumanización más cruel. Tan brutal como un muro de hormigón resbaladizo de cuatro metros. No hay flores para cubrir tanto mal.