Flirteando con el desastre
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
Voy a contarles una historia. Un tal señor Xiroi tenía en su casa un jarrón chino de gran antigüedad y valor incalculable. Herencia de un abuelo viajero, podría decirse que ese jarrón era el Messi de los jarrones chinos. Cada dos o tres años, el señor Xiroi llevaba el jarrón a un especialista para que lo tasara. Su precio subía en proporciones astronómicas y provocaba en quienes lo veían una admiración sobrenatural. El señor Xiroi era despistado y un día, de vuelta del tasador, se olvidó el jarrón en un taxi.
El taxista se llevó el objeto a su casa y nada más llegar su mujer le preguntó de dónde había sacado ese cachivache. Lo examinaron juntos y no sabían decidir si sería mejor como florero o paragüero. De repente el hijo pequeño se lo quitó de las manos y empezó a jugar con él, pero enseguida se aburrió y lo abandonó en un rincón, junto a la cuna del gato. Nada le sucedió al jarrón durante dos días, hasta que el taxista vio su foto en el periódico, en un anuncio que ofrecía una recompensa millonaria. De inmediato fue a su casa a recoger la pieza, pero estaba tan nervioso y excitado, tan fuera de sí por su buena suerte, que el jarrón se le escapó de las manos y, cómo no, fichó por otro equipo.
Bueno, ya me entienden. Cada vez que se acerca el momento de renovar a Messi, a la directiva del Barça le entran los tembleques y se pone a hablar con un nerviosismo patológico. Yo lo llamo el síndrome de Jerry Lewis en 'El profesor chiflado'. Así fue esta semana, cuando Òscar Grau dijo que hacía falta «cabeza fría y sentido común» con la renovación. Nos pasamos la vida diciendo que lo que Messi hace en el campo desafía la lógica, que su juego es único, pero sin embargo le piden sentido común cuando se trata de dinero. ¿Es eso? Luego vino el bueno de Pere Gratacòs y pagó los platos rotos. Su intento de resaltar al conjunto por encima de Messi fue muy patoso, además de innecesario, pero la directiva dio un giro shakespeariano y lo degradó. Se tapaba un error con otro, se ofrecía una víctima.
EL SACRIFICIO DE GRATACÒS
Todo esto ocurre por improvisar, por hablar demasiado y no calcular el peso de las palabras. Messi no juega en el Barça por el dinero, o como mínimo no es su razón principal. Si quisiera cubrirse de oro se iría a China o a otro país con menos presión fiscal. Yo me imagino que su interés por quedarse es deportivo y personal, pero la verdad es que no se lo ponen fácil. Es más, con la destitución de Gratacòs agrandan unas palabras discutibles (pero con su lógica) y le ofrecen al argentino un sacrificio que quizá ni había solicitado.
Demasiado ruido de fondo para una renovación que hasta ahora avanzaba con un silencio prometedor. Por suerte el fútbol aplaca los nervios y el 5-0 contra Las Palmas nos distrajo de esos deslices. Sin ser su mejor día, Messi ofreció un gol de oportunista y una actuación notable. Todo con mucho sentido común. Aunque si hubiera entrado el gol olímpico que intentó, de córner directo, hoy estaríamos hablando de una nueva proeza, otro prodigio en su carrera, una nueva figura única en un jarrón chino inimitable.
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