El debate de los impuestos

Fiscalidad e Iglesia

Con propuestas como que las fincas eclesiales paguen IBI no solucionaremos las finanzas españolas

Fiscalidad e Iglesia_MEDIA_2

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ÀNGEL ROS

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Me gustaría empezar este artículo situando el marco en el que se produce el debate político, que no quiero dejar de citar aunque sea conocido: una profunda crisis económica que es, de hecho, un periodo de cambio social, y una alarmante destrucción de empleo y de bienestar que tiene que generar cambios en los modelos productivos y en las estructuras empresariales, políticas y administrativas.

En este contexto no debemos perder el foco del principal problema del país y la que debería ser la primera responsabilidad de los gobiernos: creación de actividad económica, empleo y protección de los más débiles. Los cambios en los sistemas económicos, en los modelos educativos, las reformas de la Administración y la fiscalidad general deben ser medios para generar actividad económica, empleo y atención social.

EN ESTE DEBATE aparece en la agenda política la fiscalidad de la Iglesia católica. Creo que deberían aparecer más de lo que lo hacen otros instrumentos de fiscalidad: impuesto de sucesiones, impuesto de patrimonio, impuesto sobre transacciones financieras internacionales y, evidentemente, el fraude fiscal. Estos y otros instrumentos son herramientas que permiten la redistribución de la riqueza y la equidad, banderas que la izquierda ha reivindicado permanentemente.

Sin embargo, un foco de atención en el debate de la fiscalidad está siendo el IBI de los bienes de titularidad de la Iglesia. Cuando la Iglesia está en el centro del debate político es señal de pérdida de atención del problema real y también (nunca lo negaré) de que algo debe haber hecho mal la Iglesia para ser gratuito (o rentable) políticamente el ataque. Pensar en la Iglesia solo atendiendo al componente trascendente y espiritual de la persona es una simplificación que nadie se puede permitir. El componente de acción social y el reconocimiento efectivo de la dignidad de la persona son contribuciones históricas del cristianismo coincidentes y complementarias con las aportaciones del pensamiento y de los movimientos progresistas -revolucionarios a veces- de nuestra sociedad.

Pero volvamos a la fiscalidad: a los bienes de la Iglesia se le aplican las exenciones previstas en el concordato y en la ley del 2002 que regula la fiscalidad de las entidades sin ánimo de lucro. En caso de no existir concordato, una buena parte de los privilegios (prefiero llamarlas exenciones) de las entidades vinculadas a la Iglesia les aportaba esta ley del 2002. Una ley que también se aplica a las entidades laicas o de otras confesiones que trabajan por la solidaridad y la cooperación o fundaciones de diferentes ámbitos. Otra parte de estas exenciones provendrían de la consideración de bienes del patrimonio arquitectónico, artístico y cultural que tiene otorgada una parte bastante significativa de las propiedades tanto de la Iglesia como del mundo laico.

El problema, pues, no es cuantitativo sino cualitativo. No es un tema de incremento de recursos públicos sino de símbolos del Estado laico frente a elementos diferenciales en base a la confesionalidad.

CON LAS propuestas de reforma de la fiscalidad de aplicación a la Iglesia no resolvemos ni mínimamente las finanzas públicas. En cambio, ponemos el dedo en una institución que con luces y sombras, con aciertos y desaciertos, ha aportado y aportará elementos positivos a la sociedad y a la persona en los ámbitos de dignidad, atención, educación y crecimiento y desarrollo de los valores humanos. Este componente de aportación en el ámbito social y educativo es especialmente relevante en periodos de crisis como el actual.

Ha sido representativo y alentador escuchar y leer posiciones de compañeros de mi partido que han ido en la línea de lo que describo o que, atendiendo a la dimensión social de la Iglesia, han matizado las posiciones surgidas del PSOE. De la misma forma, es igualmente legítimo escuchar las posiciones defendidas por el PSC de abolición total de privilegios. Una prueba clara de que los socialistas entendemos la discrepancia y las visiones no monolíticas como valores representativos de las izquierdas.

TIENE TODA LA lógica que desde el PSC surjan voces discrepantes de las posiciones formuladas a nivel estatal. El papel de la Iglesia en Catalunya no ha sido el mismo, en la historia reciente, que el papel de la Iglesia a nivel de España, como tampoco la Conferencia Tarraconense es igual que la Conferencia Episcopal Española.

La contribución de la Iglesia catalana en los ámbitos social, educativo, de la salud, del ocio y lo identitario han sido y son muy importantes en nuestro país. La sociedad catalana -y especialmente las fuerzas de progreso- lo tenemos que reconocer. La fiscalidad, para las izquierdas, es un símbolo y una herramienta al servicio de un objetivo: la justicia social. La contribución de la sociedad civil (incluida la Iglesia) que trabaja por los otros y por la dignidad de la persona merece el máximo reconocimiento social. Alcalde de Lleida y secretario

de Cohesión Territorial del PSC.