La judicialización de la política

¿Y si al final Rajoy se libra de todo?

El presidente solo saldrá del cenagal en la espantosa hipótesis de que el 'caso Gürtel-Bárcenas' sea archivado

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CARLOS ELORDI

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O aciertan quienes están advirtiendo de que el caso Bárcenas va a terminar archivado en los juzgados, o poco menos, o a Mariano Rajoy le va a ser prácticamente imposible salir del agujero en el que le ha metido el extesorero de su partido. Pero aunque, a la larga, esa parece la única disyuntiva posible, cabe también que a corto y medio plazo únicamente asistamos a la prolongación del espectáculo de mentiras, trampas y degradación de la política que desde hace ya bastantes meses nos vienen prodigando todos los implicados en el asunto. Lo malo es que eso puede tener unos costes inasumibles para un país que, digan lo que digan, sigue al borde del desahucio económico y que, además, se enfrenta a dos crisis institucionales: la que se deriva de las demandas de los nacionalistas catalanes y la que amenaza al jefe del Estado.

EN LOS ÚLTIMOS días, varias voces -entre ellas la de Ignacio Escolar en este diario- han coincidido en señalar que la decisión del juez Pablo Ruz de vincular el sumario de Bárcenas al del caso Gürtel (una opción que él mismo había rechazado antes) tiene como objetivo último meter todo el proceso en un pantano jurídico que podría concluir en el archivo de buena parte del mismo: la clave para lograrlo sería que, finalmente, todo el entramado acusatorio se viera afectado por la precedente anulación, según sentencia del Tribunal Supremo, de parte de las actuaciones del juez Baltasar Garzón en Gürtel porque las escuchas por él ordenadas eran ilegales.

Puede parecer increíble, aparte de espantoso, que un asunto que lleva meses conmoviendo a la opinión pública, del que se conocen todos los extremos fundamentales sin que nadie haya sido capaz de desmentirlos, vaya a concluir de manera tan ignominiosa. Aparte de que en su momento también se creyó imposible que Garzón terminase expulsado de la carrera judicial, la patraña que Ruz podría estar articulando satisfaría plenamente los intereses tanto de Rajoy y del PP como los de Luis Bárcenas, sin olvidar los de los destacados empresarios implicados en la trama por sus donaciones ilegales al partido. Y eso da fuerza a la hipótesis.

Ese horror judicial sería la única manera de que el presidente del Gobierno saliera limpio de polvo y lodo del cenagal en que está metido, y, al tiempo, de librar a su extesorero de la cárcel y hasta permitirle conservar su patrimonio. Ese podría ser el pacto que Bárcenas viene reclamando desde hace meses. De ahí que por muy indecente que parezca, no se puede descartar que ocurra. En la trayectoria del PP figura más de un episodio resuelto de forma no muy distinta: entre ellos el caso Naseiro, que implicaba directamente a José María Aznar. Y luego que ladre quien quiera ladrar.

La debilidad de nuestro sistema democrático es tan grande que hoy por hoy, cuando el PSOE pierde cada día su funcionalidad política, solo otro juez, en este caso Javier Gómez Bermúdez, de la Audiencia Nacional, puede impedir que ese diseño llegue hasta el final. Su aceptación, este lunes, de la querella presentada por Izquierda Unida y algunas asociaciones contra Bárcenas y varios dirigentes del PP por lo que se desprende de los papeles abre una posibilidad real de frenar la maniobra que se sospecha.

Ningún experto se ha atrevido hasta el momento a hacer pronósticos sobre el resultado del previsible choque entre las dos iniciativas judiciales, la de Ruz y la de Bermúdez. Pero cabe prever que el conflicto no se sustanciará ni en uno ni en dos días y que, por tanto, el escenario actual seguirá inmutable durante algunas interminables semanas más. Continuarán las mentiras y los intentos de distraer y de engañar a la opinión pública. Y también las dificultades políticas de Rajoy.

OLVIDANDO POR un instante las peripecias en los tribunales, ¿hasta cuándo puede aguantar el presidente del Gobierno una presión tan fuerte, que en condiciones normales, las que no existen en España, habría obligado a cualquier a otro a dimitir hace ya tiempo? La respuesta es relativamente sencilla: hasta que quiera su partido. El PP es el que tiene la última palabra sobre la suerte de Rajoy: si la mayoría de sus dirigentes llega a la conclusión de que los intereses del colectivo, particularmente los electorales, pueden verse amenazados por la supervivencia de Rajoy, decidirá nombrar un sustituto.

Si los descontentos y críticos, que parece haberlos, no logran formar una mayoría en ese sentido o consideran que es más oportuno esperar un tiempo para dar ese paso, el actual líder seguirá al frente del partido y del Gobierno. Entre esas opciones caben toda suerte de especulaciones. Pero hay una cosa clara: España no está para aguantar esa clase de juegos.