ANÁLISIS

La final más fea y tonta de la historia

Bruno Alves, Pepe, Fonte y Cristiano celebran la Eurocopa ganada en París.

Bruno Alves, Pepe, Fonte y Cristiano celebran la Eurocopa ganada en París. / periodico

ANTONIO BIGATÁ

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Francia, que en esta Eurocopa se ha equivocado muchísimo con las tácticas, vuelve a hacerlo ahora al intentar explicarse a ella misma qué sucedió en la final. Su versión más o menos oficial es que jugó bastante bien, mereció ganar y se lo impidieron injustamente algunos imponderables, como la gran actuación del portero portugués Rui Patricio o la recomposición heroica que efectuó el equipo luso -apretando los dientes y luchando hasta la muerte- cuando se vio acogotado tras la lesión de Cristiano Ronaldo.

Creo que todo eso como explicación es básicamente falso (aunque las dos cosas sucedieron, lo del buen guardameta y la inmensa cohesión que adquirió el conjunto luso cuando perdió a su líder). Francia perdió porque no jugó a nada. Deschamps alineó unos jugadores muy buenos que creían ganada la competición desde que se impusieron a Alemania, pero en ningún momento supieron actuar como equipo.

Francia no tenía plan. Nadie dirigió su juego desde dentro del campo. Pogba volvió a mostrar sus limitaciones en todo lo que no son grandes brochazos individuales de clase. Quienes marcaban el ritmo y la pauta de la selección eran unos brillantes picapedreros morenos de lujo, Sissoko Matuidi, exhuberantes en fuerza pero sin inteligencia ni voluntad combinatoria. El talento lo aportaban únicamente Payet Griezmann. El primero, el único que intentaba hacer jugar a sus compañeros creando desbordes triangulares, fue el primer hombre sustituido, en el error más decisivo de Deschamps. Griezmann gastó demasiadas fuerzas en el centro del campo recuperando balones, algo estéril porque allí sobraba energía dada la generosa aportación del pelotón afrofrancés centrocampista, y en cambio limitaba la posibilidad de poner mucha más presión arriba a los defensas de Portugal. Urgía contrarrestar la táctica de Fernando Santos: pasarse continuamente el balón (casi siempre en horizontal) sin incurrir en ningún riesgo, ganar continuamente minutos para ir hacia los penaltis, y soltar algún que otro latigazo de contraataque.

FÚTBOL PORQUERÍA, PERO CONSISTENTE

Conclusión: Portugal sí sabía lo que quería. Hizo un futbol-mierda consistente, apoyado en piezas futbolísticamente destacadas aunque dedicadas preferentemente a no jugar. Reconozcamos la verdad: Pepe fue el mejor defensa de la Eurocopa, Rui Patricio el mejor portero y William Carvalho dirigió magistralmente el tejido de la tela de araña de los  infinitos pases insulsos. Era una táctica casi cholista para intentar superar a un adversario superior: apostar a que en algún momento sonase la flauta. Francia ayudó mucho a que Portugal lo consiguiese. Pero eso tuvo un precio: pese a la incercidumbre del resultado, fue una de las peores finales que se recuerdan, y posiblemente confirma la llegada de una Edad Media de fútbol destructivo, con pocos goles, mucha igualdad y muchas prórrogas. Estamos en un momento en que, Barça aparte, avanza y mejora más el juego destructivo que el creativo. Esperemos que no sea una noche demasiado larga.

Como Francia sabe maquillar sus problemas, no solo impone la teoría falsa de que jugó bien y mereció vencer sino que hace brillar la guinda de unos rnkings que le son favorables, como el que dice que Payet y Griezmann han sido los mejores jugadores de la Eurocopa. Posiblemente lo  han sido, junto a Bale Kroos, pero eso hace todavía más trágica su derrota. Además, mal que pese en Barcelona, si esta competición pasa a la historia será por el pobrecito desgraciado Cristiano Ronaldo y por la perfidia del bumerán que le ha dado máximo protagonismo en una final que casi no jugó. Un signo más de los tiempos confusos que padecemos.