No toca desangrarse

ALBERT GUASCH

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No hace falta ocultarlo: esta final tuvo todo lo que el culé más aborrece. Ganó el Real Madrid la undécima y encima con un fútbol pobre; resolvió el último penalti el engreído de Cristiano Ronaldo, que lo celebró con su postureo alienante habitual, y de remate marcó el equipo blanco un gol en fuera de juego, el de Sergio Ramos. Es en sí un pack de digestión compleja.

Esta edición de la Champions ofrece un nuevo ejemplo de las lecciones de humildad que proporciona el fútbol. Por muchos conocimientos que se atesoren, por muchos partidos que uno haya contemplado, este es un juego que desencaja la lógica con suma facilidad. Su desenlace ha sido desconcertante. No ha parecido en ningún momento el Real Madrid el mejor equipo de la competición. Dependiendo de la fase del torneo, lo razonable era apostar por el Barça, o el Bayern, incluso el Atlético de Madrid.

Cuenta la suerte, nos guste o no, y el Real Madrid la ha tenido de lado, con un camino alfombrado hasta la final. En San Siro se ha encontrado un Atlético rebajado, que se pareció en pocos momentos al equipo de hierro que se enfrentó al Barça o incluso al Bayern. Como si la arenga en el vestuario no la hubiera realizado el visceral Simeone, sino algún otro técnico de timbre sedoso. El Atlético salió agarrotado, remontó ante la falta de valor madridista, pero acabó como acostumbra en las finales de la máxima competición europea: de rodillas.

Cruel la historia atlética. Tres finales y una la perdió en el partido suplementario, otro en la prórroga y ayer en los penaltis. El mito del club pupas perdurará. Dijo Simeone que se siente un fracasado. Exagera. No puede ser fácil recomponerse de dos derrotas, pero se ha hecho un hueco entre los clubs grandes. Se le pasará, aunque lamentará el resto de sus días no haber doblegado a un Madrid tan vulnerable.

Zidane, que no parece tan determinante como Simeone, se sentirá dichoso con la undécima. Tiene derecho a ello. Pero volviendo al principio, el seguidor barcelonista no debe sentirse con el ánimo socavado. Ha sido una magnífica temporada. Y ha sido disfrutada. A los atléticos les corresponde desangrarse.