Análisis

¿El fin de la abstención diferencial o hacia otra?

Pensar que una alta movilización favorece a los no soberanistas es una teoría 'vintage' que hay que actualizar

ASTRID BARRIO

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Las elecciones del 27 de septiembre han sido excepcionales por muchos motivos. En primer lugar, la oferta política se ha visto sustancialmente modificada y se han presentado partidos y coaliciones distintos de los que se habían presentado hasta ahora. En segundo término, porque a pesar de presentarse hasta siete candidaturas con expectativas de conseguir representación la campaña tuvo un elevado nivel de polarización por el carácter plebiscitario que algunas de ellas atribuyeron a los comicios. El tercer elemento novedoso ha sido un nivel de participación absolutamente excepcional, de cotas nunca vistas en unas elecciones autonómicas. Y por último, todo apunta, dados los resultados, a que también se han producido cambios en las pautas de comportamiento electoral de los catalanes en las elecciones autonómicas, pautas hasta la fecha muy estables.

El comportamiento de los electores catalanes se caracterizó hasta el 2012 por dos fenómenos. Por un lado el llamado voto dual, consistente en votar a partidos distintos según el tipo de elección; generalmente este era el comportamiento de algunos electores socialistas en las generales que en las autonómicas optaban por votar a CiU. Y por otro, la abstención diferencial, que se refiere al hecho de votar en un tipo de elecciones -normalmente las generales, tenidas por las más importantes- y abstenerse en las autonómicas, consideradas de segundo orden. Normalmente el PSC era el partido que más se veía afectado por este tipo de comportamiento, ya que muchos de sus electores en los comicios generales decidían abstenerse en los autonómicos porque no se sentían concernidos por ese tipo de elección. Eso explicaría por qué durante más de 30 años CiU ganaba todas las elecciones autonómicas y el PSC todas las elecciones generales, a excepción de las del 2011.

Es sabido que el grueso de los electores del PSC se concentraban en el área metropolitana de Barcelona, el llamado cinturón rojo, y que era en este territorio donde se producía una mayor abstención diferencial. Normalmente este comportamiento se atribuía a las características sociodemográficas de esta zona -con una mayor proporción de población originaria de fuera de Catalunya- y también a la ausencia de una oferta de izquierdas genuinamente española. Las elecciones autonómicas del 2012, en las que se produjo una elevada movilización y en las que por primera vez se superó el nivel de participación respecto de las inmediatas elecciones generales, las del 2011, y en las que además las encuestas fallaron estrepitosamente al atribuir a las fuerzas soberanistas unos resultados claramente superiores a los que obtuvieron, contribuyeron a extender la idea de que una elevada movilización, en especial en el área metropolitana, favorecía a las opciones no soberanistas.

Apelar al voto étnico

Y aunque a decir verdad la participación subió en el conjunto de Catalunya, tanto en las comarcas consideradas unionistas como en las independentistas, esta interpretación puede contribuir a explicar por qué la mayor parte de partidos han concentrado ahora sus esfuerzos de campaña en el área metropolitana de Barcelona. Al ser no solo la zona más poblada sino también en la que se daba una mayor abstención diferencial, se asumía que una elevada participación electoral podía alterar las previsiones demoscópicas, muy favorables a los partidos independentistas. No extraña, por tanto, que, de acuerdo con esta lectura, algunos partidos tratasen de movilizar el voto étnico español, unos apelando al origen de los abuelos y otros al uso de la lengua.

Pero contra pronóstico el aumento de la participación ha sido bastante homogéneo en el conjunto de Catalunya, por lo que posiblemente el error se encuentra en que se partía de una interpretación muy vintage que habrá que actualizar. Pero, además, habrá que ver si en las próximas elecciones generales asistimos a una abstención diferencial a la inversa. Si cerca de la mitad de los catalanes son independentistas, no sería de extrañar que a partir de ahora una parte de los mismos decidieran  inhibirse de los asuntos españoles como durante mucho tiempo algunos electores en Catalunya se inhibieron de los asuntos catalanes.