Mercè insuficiente

XAVIER BRU DE SALA

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Cuando consultamos el programa de la Mercè acabamos forzosamente abrumados. El éxito es incuestionable. Año tras año, la Mercè se amplía y se expande, como un acordeón sin fin. El MAC se suma el BAM y todo es bienvenido, desde los saltitos de la sardana hasta los saltos de caballo del Polo. ¿De qué nos podríamos quejar pues? Del modelo, del oficialismo festivalero, de la grande y flagrante exclusión conceptual.

También nos podríamos quejar de la politización, pero quizás más vale objetivarla: el nombre del pregonero y las estatuas de Franco en el Born son dos cebos puestos por los comunes en los que buena parte de los independentistas han picado. Ahora bien, de rebote han reforzado, y mucho, el unionismo de izquierdas de los herederos del 'antes azul que rota'. Como neobabélicos como estos no favorecen ni la izquierda transformadora ni a las expectativas de los comunes de ingresar en el club soberanista, es probable que Ada Colau decrete que el próximo año tengamos la fiesta en paz. El independentismo, harto de hacer el ridículo, acatará.

Una vez consensuado lo que ha sobrado en la Mercè, examinemos por favor la insuficiencia: Todo para la gente sin la gente. A la Mercè va mucha gente pero no es una fiesta de la gente. Quizás más que en ningún otro municipio, lo que podía haber sido una fiesta popular, es decir 'made in populus', ha sido abducida por el despotismo ilustrado municipal.

Comparen la Mercè con Gràcia o Sants, con Vilanova, Valencia o Río de Janeiro y se abocarán al abismo de la diferencia. Si funciona, funciona, replicará la autoridad. De acuerdo, pero funcionaría mucho más si se reservara aunque fuera un pequeño porcentaje del ingente presupuesto a subvencionar iniciativas y propuestas festivas surgidas de colectivos de la ciudad y organizadas por ellos. Tan solo un empujoncito, y la imaginación popular terminará aportando a la Mercè lo que le falta: el carácter de la ciudad, la personalidad festiva que solo singulariza desde abajo.