IDEAS

Fichajes

ÓSCAR LÓPEZ

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Los escritores también tienen derecho a ganarse la vida. Faltaría más. Y en estos tiempos de dura crisis, más aún, que no está el patio como para renunciar a unos buenos dividendos. Digo esto cuando quedan pocos días para que Seix Barral publique la obra ganadora de su reciente Premio Biblioteca Breve, que ganó Fernando Aramburu con Ávidas pretensiones. Nada que decir que a que este estupendo escritor donostiarra pueda ingresar en su cuenta los 30.000 euros de la dotación. Pero reconozco que lo primero que pensé fue «¡toma ya, pero si Aramburu es de Tusquets de toda la vida!» Cierto es que a los pocos segundos caí en la cuenta de que Tusquets ya forma parte del Grupo Planeta, aunque tenga unas condiciones especiales, pero recuerdo que algunos periodistas presentes en el acto nos miramos desconcertados.

Algo parecido ocurrió en el 2000 cuando Maruja Torres logró el Premio Planeta y pensamos: «toma, pero si Maruja es de Alfaguara!» Lo mismo que en 2006 cuando lo consiguió Álvaro Pombo y exclamamos a coro: ¡pero si es de Anagrama! Y así seguiríamos desgranando recuerdos, con Andrés Neuman al ganar el Premio Alfaguara o Lucía Etxebarria el Primavera,  recordando a algunos editores abandonados comentar por lo bajini que esos autores se iban solo de manera ocasional porque el dinero de ese premio era irrechazable. ¿Alguien quiere invertir unos segundos en comprobar dónde han publicado sus novelas posteriores? Podríamos hablar de muchos casos más, y todos nos demostrarían que los premios son una eficaz y legítima herramienta para realizar fichajes de la competencia. Claro que eso de la competencia, en estos tiempos de concentración editorial, suena como lo del Barça-Madrid en la liga de fútbol española, cosa de dos grupos, donde muy de vez en cuando se mete en medio un Atlético de Madrid. Así que me disculparán el símil futbolístico, pero creo que al igual que pasa en el fútbol, lo de encontrar hoy en día un escritor de la cantera que se quede para siempre en el club de toda su vida, es ya una ávida y anacrónica pretensión.