IDEAS

50 años de miedo

Guillermo del Toro, en la edición del 1997 del Festival de Sitges.

Guillermo del Toro, en la edición del 1997 del Festival de Sitges. / RICARD CUGAT

Ramón de España

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El festival de Sitges cumple cincuenta añitos y yo no estoy allí para celebrarlo. Lejos quedan los tiempos en que cierto diario de la competencia tenía el detalle de enviarme a (lo que viene siendo) cubrir el certamen junto a mi amigo Mirito Torreiro: él reseñaba las películas, yo me buscaba cada día a alguien al que entrevistar -un trabajo agotador, lo reconozco, pero ya sabemos que el periodismo es un  sacerdocio-, me pulía la cosa en una horita y luego, hala, a disfrutar de esa semanita de vacaciones pagadas junto al Mediterráneo a principios del mes de octubre. No crean, de todos modos, que todo era jolgorio y diversión: algunos años llovía y no se podía ir a la playa.

No se imaginan ustedes cómo echo de menos esa semana de asueto cinematográfico en Sitges. No entendía cómo me pagaban por ver películas y dar conversación a Cameron Díaz, pero así eran las cosas antes de la crisis económica y del 'procés' independentista. Desde aquí les digo a los actuales becarios, cual replicante moribundo bajo la lluvia, que he visto cosas que jamás creeríais (y no me refiero únicamente a los estupendos restaurantes que siempre encontraba el amigo Torreiro).

No entendía cómo me pagaban por ver películas y dar conversación a Cameron Díaz

La edición de este año se ha inaugurado con la nueva película de Guillermo del Toro, al que tuve el placer de conocer en 1993, cuando presentó su primer largometraje, 'Cronos', que estaba la mar de bien. Recuerdo que su satisfacción de estar en Sitges era muy similar a la mía: una alegría teñida de sorpresa al poder pasear como Pedro por su casa por un sitio hasta entonces inaccesible y mítico. Le recomendé algunas tiendas de cómics de Barcelona, pero ese pedazo de friki ya se las conocía al dedillo. Un gran tipo, en todos los sentidos. Me alegro de lo bien que le ha ido porque, desde el día que me lo presentaron, siempre he tenido la impresión de que es uno de los nuestros, seamos nosotros quienes seamos.

En el festival de Sitges, uno ha ejercido de periodista y de miembro del jurado. Y, sobre todo, se ha sentido parte de una peculiar familia disfuncional que incluye a todos los directores del certamen con los que coincidí: aprovecho la ocasión para agradecerles aquellas estupendas semanas de octubre.