La clave

Fernández Díaz, puertas y ventanas

IOSU DE LA TORRE

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El ministro de la porra y el rosario ha dicho que a España se entra por la puerta, «no por la ventana». ¿Quién le escribe los discursos? Jorge Fernández Díaz pone puertas al campo de Melilla con la mirada puesta en el cielo de lo mucho que ha crecido la valla para evitar que se nos cuele tanto inmigrante. La sentencia adornó la clase de un curso de verano en la ciudad norteafricana bajo el título Extranjeros privados de libertad.

 

Qué ironía, su señoría. Qué fácil dibujar metáforas al otro lado de la valla, teniendo en la mano la llave que la cierra. Con el legendario monte Gurugú lleno a reventar de negros muertos de hambre y de libertad, con la guardia mora repartiendo culatazos y patadas al servicio de la Guardia Civil.

Pum, pum, ¿quién es? Cierra la muralla.

La puerta y la ventana, en boca del ministro que más reza, suenan a «que el último apague la luz», a que «alguien cierre esa entrada», a «vaya a la siguiente ventanilla», a callejón sin salida, salsipuedes.

El rey de Roma, por la puerta asoma. Fernández Díaz reflexiona con las lecturas a monseñor Escrivá de Balaguer -«las puertas del Opus Dei están abiertas de par en par para quienes quieren marcharse»- sin que nadie le apunte aquel aviso de Bob Marley -«Cuando una puerta se cierra, aunque no lo veas, se abre otra»-. Entre el cilicio y unas caladas de maría, el cilicio.

Quedan prohibidas las jornadas de puertas abiertas. Cuelgan el cartel de prohibido el paso y, por supuesto, no avisan de que se tenga cuidado con el perro. Como en los aeropuertos de la Unión Europea: el arco de seguridad, la alarma y el cacheo, las cámaras de vídeo, en un siniestro pasillo para ciudadanos de un lugar llamado Inmundo. La puerta, blindada.

Entrar por la ventana

La valla de Melilla, el muro de Cisjordania, el de la frontera de EEUU-México, el de las dos Coreas, el del desierto del Sáhara están allí para saltarlos aunque tengan todas las vías cortadas y la autoridad advierta de que nunca bajará la guardia. Al hombre libre no le frenan las puertas. Si se las bloquean, busca la ventana.