Por qué soy feminista

No nacemos feministas, pero muchas aprendemos a serlo porque nos obligan

Manifestación contra el machismo en Madrid

Manifestación contra el machismo en Madrid / AP / ANDRÉS KUDACKI

NEUS TOMÀS / BARCELONA

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Hace aproximadamente 20 años, los mismos que tenía yo entonces. En esos tiempos trabajaba en la radio. Necesitaba confirmar una información, me dirigí a un político (de izquierdas para más señas) que sabía que disponía de los datos que me faltaban y me respondió que no podía ayudarme pero que me invitaba a cenar. Le contesté que no quería cenar con él, que lo que pedía era contrastar una noticia. Se negó y para más humillación al día siguiente me enteré de que poco después había llamado a un colega de un diario para darle esa información que yo le reclamaba. Es difícil expresar la rabia e impotencia que sentí. Ese día asumí algo que ya intuía. Las mujeres no nacemos feministas, pero muchas aprendemos a serlo porque nos obligan. Llámenlo dignidad o supervivencia.

Es una lucha diaria, más o menos constante, menos o más intensa. Es esa reunión de trabajo en la que todo son corbatas y te preguntan con quién has venido (como si tú no pudieses estar por méritos propios en esa mesa) hasta ese padre del colegio que te insiste en cómo lleva tu pareja que ocupes un cargo que te ocupa tanto tiempo o incluso ese hijo que te dice que no quiere invitar a niñas a su fiesta de cumpleaños. 

ESTO NO VA DE ESTADÍSTICAS

Feminismo es explicar a algunos y algunas colegas hasta hacerte pesada que hay que acabar con el lenguaje políticamente correcto: no se trata de «violencia de género» sino de terrorismo machista. Insistir en que esto no va de debatir sobre estadísticas sino de entender que matan a mujeres por ser mujeres y que ante semejante barbaridad no vale lamentarse ni mucho menos resignarse. Son asesinos y como tales hay que denunciarles. 

Feminismo es respetar a las madres que quieren dedicarse solo a ser madres pero es también exigir que ellas y ellos respeten a las que a menudo no pasamos de ser madres imperfectas. Conozco a feministas de teta, de biberón y de 'hijos, no gracias', y todas me merecen la misma consideración.

Por cierto, al final ese día otro político me confirmó la noticia que perseguía sin mediar insinuación alguna. No todos los políticos son iguales. Ni todos los hombres.