Ideas

Fellini y Pasolini

XAVIER BRU DE SALA

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Pasolini es un icono de la izquierda, no se sabe si víctima de sus ideas radicales o del mundo sórdido que conocía como homosexual. Fellini es un barroco incontinente. Pasolini destilaba ideas pertinentes. Fellini es un cineasta para casi todos los públicos, cargado de Oscar y otros premios. Pasolini es un referente más allá del cine, un intelectual que denunciaba, un gran reivindicador de la libertad, un ariete contra las coacciones y la hipocresía. Fellini es solo cine.

Pasolini da para filmar más de una película y más de un ensayo sobre su vida, sus proclamas y sus obras, una urdimbre inextricable. La vida y las ideas de Fellini solo interesan a los mitómanos y los chafarderos compulsivos. Su arte es solo arte. Pasolini es un heterodoxo de la izquierda. Fellini un alocado fantasioso.

Ahora bien, Pasolini no va más allá de su gran talento, mientras Fellini uno de los más grandes artistas del siglo XX. Los mejores filmes de Pasolini -el Vangello, Uccellacci, Edipo, no Teorema ni el Decamerón- son objeto de culto minoritario, y quizá ni las conoceríamos al margen del personaje. Fellini es tan solo prisionero de su genio.

¿Las ideologías, las posiciones políticas, son perjudiciales para el arte, que en vez de servirse las sirve? ¿Cómo es que existe un arte de izquierdas pero no un arte de derechas? Puede un conservador emocionarse con Brecht como un ateo con las vírgenes de Rafael?

Todo un batallón de voluntarios se cuadra y hace el saludo fascista, en Amarcord, mientras uno de primera fila, agobiado, todavía se acaba de abrochar el zapato. He aquí la mejor medida de la distancia entre fascismo y nazismo. Las escenas bucólicas de Pasolini, de manera especial las de su Canterbury son de un azucarado tan desagradable como las ollas llenas de mierda de Saló. Y es que mientras el talento se mide, a menudo, y más la izquierda, con prejuicios, el genio tan solo se percibe. Con todos los poros del ser.