Modas propagandísticas

A la felicidad en autobús

¿A qué viene esta extraña moda, absolutamente física y corpórea, en una época dominada por lo virtual y las redes sociales?

pablo iglesias   PODEMOS

pablo iglesias PODEMOS / periodico

RAMÓN DE ESPAÑA

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Últimamente, si no tienes un autobús para hacer llegar a la población tus ideas, tus manías o tus obsesiones, no eres nadie. Empezaron los de Hazte Oír, asociación progresista donde las haya, con su vehículo anaranjado en el que se nos informaba de que, nos pongamos como nos pongamos, los niños tienen pito y las niñas, chirri (o algo parecido). Contraatacó el Gran Wyoming con su autobús verde esperanza y sus consignas progres en tono humorístico. Luego vinieron los de Podemos con su 'tramabús', decorado con las jetas de unos cuantos individuos de moral discutible. Y Santiago Abascal, de Vox, ya ha dicho que le está dando vueltas a lo de contar con su propio autobús. Ah, y en Barcelona, los buses municipales circulan desde hace unos días con unos anuncios a favor del referéndum de autodeterminación referéndum de autodeterminación contratados por alguna de las docenas de asociaciones patriótica que padecemos en Catalunya (no recuerdo cuál). Ya solo falta que al carismático 'cupaire' Josep Gargante, el de los nudillos tatuados a lo Robert Mitchum en 'La noche del cazador', le dejen dibujar una enorme estelada en el vehículo que conduce cuando no ejerce de concejal en el ayuntamiento.

GANAS DE MOLESTAR

¿A qué viene esta extraña moda, absolutamente física y corpórea, en una época dominada por lo virtual y las redes sociales? Intuyo que las ganas de molestar de una manera clásica, que suelen ser las más fiables, o de dar moral a los que comparten el mensaje proclamado. A mí todos esos buses me parecen de un tonto y de un pueril que atufa, aunque definen a la perfección a quien los encarga: Hazte Oír necesita popularizar sus mensajes retrógrados; al Gran Wyoming, encantado de ser la bestia negra de la derechona, no le va mal un poco de autobombo disfrazado de progresismo fetén; Podemos sigue a lo suyo: intentar convencernos de que no son un partido como los demás, que están contra la secta (o ahora, trama) y que no tienen nada que ver con los políticos tradicionales, aunque a muchos nos parezca que solo son un partido más, con sus broncas internas, sus decapitaciones y puñaladas traperas y su ansia de ocupar el poder ("Quítate tú 'pa' ponerme yo', como cantaba Celia Cruz); el pobre Abascal, ante el éxito de su partido, algo tiene que hacer para creer que existe; y los del referéndum, simplemente, son fieles a sí mismos: solo tienen una idea en la cabeza y la repiten en distintos soportes.

Si tuviese que elegir un autobús especialmente irritante, me inclinaría por el de Podemos, pues me parece el más cínico en su condición de escrache en movimiento. Aunque los tipos que aparecen en su autobús me caen casi todos fatal, hay algo en ese señalarlos con el dedo que tiene mucho de linchamiento virtual. Y, sobre todo, me revienta el subtexto: Nosotros no somos como ellos. Estoy hasta el gorro de la supuesta pureza de Podemos, sobre todo después de haber asistido a la lucha fratricida, tan propia de la casta/trama, entre Iglesias y Errejón, y me parecen tan rancios y viejunos como el PP y el PSOE.