Dos miradas

La felicidad

Cada uno de nosotros aspira a ser feliz pero curiosamente la felicidad nunca se muestra como una meta colectiva

Emma Riverola

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Soy un drogadicto feliz», afirma Roberto Bachs después de 24 años enganchado a la heroína. La suya es una de las voces que recogía el sobrecogedor reportaje que ayer dedicaba EL PERIÓDICO al consumo de esta droga maldita. Su confesión produce un escalofrío. ¿Es posible que la felicidad tenga tantos rostros como almas que la desean? Maga, el personaje inmortal de Cortázar, afirmaba que la felicidad es solo de uno y, en cambio, la desgracia parece de todos. Quizás esa frase explicaría por qué cada uno de nosotros aspira a ser feliz pero, curiosamente, la felicidad nunca se muestra como una meta colectiva. No salimos a la calle coreando consignas que aboguen por ella ni colgamos en los balcones pancartas que la reclamen ni hay programas electorales que la defiendan. ¿Es la felicidad una cuestión privada?

Según los epidemiólogos británicos Wilkinson Pickett, la desigualdad es el gran germen de la infelicidad social. Ambos investigan la salud y la enfermedad en las poblaciones, y son los autores de un estudio que avala la tesis de que en los países donde hay grandes diferencias entre ricos y pobres se disparan las tasas de violencia, de población carcelaria, de embarazos no deseados y de fracaso escolar. Merma la salud, se amplían los prejuicios de clase y la sociedad se fractura. Lamentablemente, caminamos hacia una sociedad menos equitativa. Maga se equivocaba, también la felicidad es de todos.